Gonzalo Clavel y Agustín Sánchez son amigos de toda la vida y en 2015 se recibieron de ingenieros con una tesis donde buscaban formas de reutilizar el caucho de neumáticos. Sólo un año después esa propuesta en papel empezó a tomar forma, con ahorro de ambos y un crédito. Hoy procesan entre 3.000 y 10.000 kilos de material en una planta, donde además dan trabajo a dos personas, y están pensando en ampliarse. Tuvieron que superar inconvenientes clásicos de la economía y otros inesperados, como la pandemia. Aun así, los dos jóvenes profesionales quieren en el futuro completar toda la cadena productiva vinculada al caucho y convertirse en protagonistas de la economía circular y verde.
La historia de Ecosolución SJ empezó en las aulas de la Facultad de Ingeniería de la UNSJ. Cuando los dos amigos, que se conocieron de chicos y empezaron juntos a estudiar ingeniería industrial, estaban pensando un tema para su tesis final. Lo primero en lo que pensaron fue en alternativas de reciclado, con lo que llegaron a las cubiertas de caucho, recordó Gonzalo, en diálogo con DIARIO DE CUYO.
Una de las alternativas convencionales es enterrarlos, pero otros componentes, como el metal de la malla interior o partes textiles, pueden contaminar suelos y aguas. Quemarlos crea emisiones peligrosas, que terminan afectando la calidad del aire. “El caucho en sí es muy resistente, puede tardar 500 años en descomponerse”, explicó.
Esto fue lo que los inspiró a buscar alternativas: la durabilidad del material. La tesis con la que se recibieron de ingenieros ambos profesionales diseñaba todo el sistema para reciclar este repuesto: desde la recolección hasta la fabricación de nuevos objetos. Aprobaron esta instancia y recibieron sus títulos, pero les quedaron ganas de más.
El examen final fue en 2015 y meses después ya estaban diseñando su propio emprendimiento. Recibieron un crédito Capital Semilla, con el que compraron la maquinaria y acotaron la primera fase del proyecto. Es que, por ahora, Gonzalo y Agustín hacen el último paso de todo el reciclado. Compran el caucho y crean baldosas, con las que se arma un piso antideslizante, que absorbe parte del impacto, aislante térmico y eléctrico. Producen piezas de 50 centímetros de lado, cuadradas, que se ensamblan para cubrir la superficie que necesita el cliente. Hoy venden a 15 gimnasios, tres clínicas y algunas industrias locales. Hace poco sumaron también clientes en Neuquén, Buenos Aires y Tucumán.
Para llegar a esto los amigos tuvieron que enfrentar varios desafíos, contó Gonzalo. Si bien pudieron capitalizar con el crédito estatal, sumaron sus ahorros. El primer objetivo, comprar la máquina con la transforman la viruta de caucho en las baldosas, la compraron a Chile en 2019, pero poco después los frenó la pandemia. Recién en 2021 pudieron iniciar los primeros ensayos, hasta que consiguieron el producto deseado. Los dos amigos tienen sus trabajos aparte del emprendimiento y sumaron dos colaboradores.
A futuro, quieren completar todo el ciclo que idearon durante la redacción de esa tesis, hace casi 15 años. Si bien hoy compran la hebra de caucho a otras empresas que tratan cubiertas de camiones, vehículos particulares y en especial mineras, quieren hacerlo ellos mismos. También piensan en nuevas líneas de productos, como mancuernas u otros objetos. Además, quieren poder emitir el certificado de disposición final de neumáticos y, ahí sí, completarían toda la cadena de economía circular y verde de este repuesto.
Premiados
Los dos jóvenes ingenieros recibieron un premio entre otros cuatro proyectos que salieron de la Facultad de Ingeniería de parte de la Fundación Lundin. La empresa, que está a cargo de los proyectos Josemaría y Filo del Sol, distribuyó 5.000 dólares entre los ganadores para capacitación e inversiones que los ayuden a crecer.