El consumo de vinos rosados está creciendo en el mundo. Está muy relacionado con la época veraniega: el placer con sus distintos momentos del día y nuevos consumidores entre 18 y 40 años ven en este tipo de vino algo llamativo, juvenil, fresco y liviano. En los últimos años se ha dejado de considerar a los vinos rosados sin personalidad o inferiores a los blancos y tintos. Son vinos de cuerpo medio, muy expresivos e ideales para aperitivo, entradas e incluso platos principales o postres. Las estadísticas recientes indican que los vinos rosados constituyen el 9% del consumo mundial de vino y es el tipo que más progresa en estos últimos años. Estos vinos constituyen hoy el 8% de la producción de vino en el mundo y el 75% es producido en Europa. Francia es el primer productor mundial, con el 29% de la producción mundial, seguida de Italia, España y los Estados Unidos. En el país galo los vinos rosados han superado a los blancos.
Este boom ha impactado en los bodegueros y enólogos de Argentina en mejorar la calidad y elaborar un producto digno. Es tal la importancia que muchos empresarios y técnicos han puesto el ojo en este mercado a tal punto que la consultora APM & Asociados, en colaboración con la Sociedad VINIDEA de Italia han desarrollado para noviembre un programa de visitas técnicas y formación profesional en las principales regiones vitivinícolas productoras de Francia e Italia. El objetivo: conocer la realidad de los vinos ‘pink‘, adquirir conocimientos técnicos y prácticos en sistemas de producción, envasado, conservación y comercialización, como también la promoción de los vinos rosados hacia los consumidores en rutas del vino y centros de investigación.
¿QUÉ ES UN VINO ROSADO?
No es blanco ni es tinto, pero sí tiene color: el que le proporcionan el mayor o menor contacto con el hollejo de las uvas y unos modernos procesos de elaboración. Los vinos rosados pueden elaborarse con diferentes métodos: El primero y más más simple, pero ya no se usa; es cortar un vino blanco con un poco de vino tinto. Segundo, el rosado también puede obtenerse como subproducto de la fermentación del vino tinto, empleando una técnica conocida como sangrado o sangría. Cuando el enólogo desea dar más taninos y colora un tinto, puede retirarse parte del líquido rosa en una etapa temprana. El tinto que queda en los tanques se tiñe de más color y se concentra. El jugo rosa que se saca de ese tanque para no desperdiciarse se lo hace fermentar para producir vino rosado. Así nacieron los primeros rosados rústicos de la última década en la Argentina. Y tercera, la más usada, es la técnica de la corta maceración, utilizándose uvas tintas que luego de ser molidas, el hollejo permanece una horas en contacto con el jugo, permitiendo que ese contacto trasmita materia colorante y aromas. Luego se prensa y se fermenta del mismo modo que con un vino blanco.