En San Juan hay, entre parrales nuevos y viejos, casi 50.000 hectáreas de vides pero es ínfimo el porcentaje de plantas que se colocaron y que tenían una certificación sanitaria. Este tópico que acarrea la industria local empezará a girar de a poco, de acuerdo a que desde el Ministerio de Producción convocaron a privados (20 ingenieros fueron de la partida), al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y al Instituto Nacional de Semillas (INASE) para que trabajen en pos de que cada nuevo ‘plantín’ goce de normas de calidad y sanidad. Además quieren que los viveros se organicen, ya que en son pieza clave en este andamiaje. Una planta ‘’enferma’’ reduce su producción hasta en un 25%.
‘’En el mundo los países competidores trabajan con material de sanidad controlada o libre de virus. En la Argentina, salvo algunas variedades de uvas para vinificar, no se trabaja con plantas certificadas. Normalmente nuestro material de propagación no se verifica, se trabaja con plantas de campo seleccionadas pero no certificadas’’, explicó el director de Asuntos Vitivinícolas, Jorge Escobar. Hasta ahora, sólo en Mendoza han empezado a trabajar pero con dos variedades nada más: Malbec y Syrah. En San Juan -según apuntó Escobar- quieren que también se certifique uvas de mesa y pasa.
‘’La idea es trabajar sobre la importación de plantas y también hacer un programa de elección en campo pero que no tengan virus, no tengan hongos. Esto es a mediano plazo’’, agregó Escobar. Y agregó ‘’una de las debilidades es que los viveros no están organizados, no están agrupados. Fortalecerlos desde el punto de vista técnico sería importantísimo, porque necesitamos que todos los viveros estén produciendo plantas saneadas’’.

