El año pasado será recordado como el peor en la historia de la vitivinicultura argentina.

 

El consumo de vino cayó 5,4%, a 8,91 millones de hectolitros, baja que se suma a la registrada en 2016, de 8,3%, según datos de Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). En la última década (excepto los últimos dos años), las bodegas habían logrado mantener las ventas al mercado interno, muy leves alzas o bajas y el promedio anual de consumo solía superar los 10 millones de hl. Las ventas internas del año pasado son, así, las más bajas de la historia, al menos desde los años 60, desde cuando se tiene registro.

 

 

“Siempre estimamos el consumo en más de 1000 millones de litros de vino anuales. El año pasado llegamos al número más bajo, 891 millones. Hace cinco años, el consumo per cápita era de 25 litros; en 2017, por la caída, se estima que cerró en 20,3 litros, según datos del Observatorio Vitivinícola”, graficó Carlos Fiochetta, gerente general de la Coviar (Corporación Vitivinícola). “Es muy preocupante, porque el mercado interno es el que más pesa, aporta el 82% del total. Y es lo más difícil de recuperar”, agregó Fiochetta.

 

En el mal desempeño influyeron tanto factores endógenos al sector como externos, de la macroeconomía argentina. En principio, las dos cosechas escasas registradas en 2016 y 2017 llevaron a disparar los valores de la uva y, también, del vino. En 2016, la vendimia fue la más baja en 56 años, con una caída de 27% contra 2015, a 17,5 millones de quintales. En 2017 mejoró apenas un 11,8%, a 19,65 millones de quintales, pero siguió siendo escasa, muy por debajo del promedio de 25 a 28 millones de quintales.

 

Como consecuencia, en 2016 los precios de las uvas subieron de 100% a 150% y el año pasado otro tanto. Así, en un contexto donde el alza de otros insumos tampoco ayudó, los vinos ajustaron fuerte sus precios al público: los tetra-brik aumentaron un 98% en 2016 y otro 80% en 2017, en tanto que los finos lo hicieron un 65% y 55%, respectivamente. Y esos fuertes incrementos se dieron en un país donde el poder adquisitivo se redujo, como consecuencia de la inflación general (de 42% en 2016 y 25% en 2017, a nivel oficial), en el que las paritarias salariales cerraron, en general, por debajo. “Tuvimos dos cosechas muy malas y precios muy altos. Y el consumidor es mucho más cuidadoso con sus gastos, porque debe pagar aumentos de tarifas, de combustible, créditos hipotecarios. En 2016 había caído el consumo de todas las bebidas, pero en 2017 algunas mejoraron, como la cerveza, que sustituyó al vino en segmentos de menor valor, por un tema de precio”, se lamentó Sergio Villanueva, gerente de la Unión Vitivinícola (UVA).

 

Pesó, sobre todo, la escasez de vino y el alto precios, por accidentes climáticos. “El impacto mayor fue por las cosechas bajas, que impulsaron mucho los precios e hicieron perder ventas frente a otras bebidas como cervezas y gaseosas, en los segmentos bajos de precios. Pero somos más optimistas para este año”, comentó Francisco Do Pico, vicepresidente de Bodegas de Argentina.

 

En el plano externo, tampoco fue un buen año. Las exportaciones de vinos fraccionados se redujeron un 7,3% y las de mostos y vino a granel, 40,8% y 40,6%, según el INV.

 

Para este año, en el sector son más optimistas. Tanto Villanueva como Fiochetta aseguraron que “más no se puede caer en consumo”. Y, por lo pronto, se espera una buena cosecha, si bien no a nivel promedio histórico, al menos más “normal”.

 

“La cosecha será mejor, se estiman 22 millones de quintales, más cerca de lo normal, aunque debajo del promedio de 25 a 27 millones. Eso ayudaría a mantener precios de la uva. No creo que caiga el consumo, ya 2017 fue muy malo”, dijo Villanueva.

 

Do Pico, Fiochetta y Villanueva coincidieron en que la alícuota impuesta a la cerveza en la reforma impositiva, que no afectó al vino, podrá acercar a la bebida nacional al consumidor.

 

FUENTE: EL CRNISTA.