En esta época se realizan las plantaciones de viñedos y el movimiento es muy importante. Se calcula que para renovar las plantas que por diversos motivos ya han dejado de producir por vejez o por fallas en los cuarteles, se necesitan en la Argentina por año aproximadamente 23 millones de plantas, entre barbechos, plantas en macetas y estacas, entre otros. Los viveros especializados desde el otoño vienen ofreciendo plantas a sus clientes a través de avisos publicitarios o visitando clientes en el predio. Los precios van a depender del tipo de planta ofrecida, la variedad, si está injertada o no y de la seriedad dada por la trayectoria del viverista.
Se sabe que esta práctica ha sido por muchos años en el país una actividad sin control adecuado por parte del Estado para que garantice no sólo la variedad de la planta sino además su sanidad, es decir que no presente plagas ni enfermedades que comprometan la futura producción del viñedo. Incluso en la década del 90 debido a la gran demanda generada en gran parte por el boom de la reconversión vitícola, se introdujeron plantas del extranjero con controles deficientes a tal punto que hoy tenemos en nuestros lotes plantas infestadas con virus o con serios problemas fisiológicos que han provocado no sólo la baja producción sino la muerte de las plantas dejando los cuarteles devastados. Vaya el ejemplo de la variedad Syrah que hoy sufren los productores en carne propia y las plantas totalmente secas hoy sólo sirven para ser usada como leña en las estufas y hornos en el campo.
Desde hace una década la decisión del Gobierno nacional ha sido poner de nuevo en aplicación la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas que con buen tino fue sancionada en 1973. Y para ello reflotó de nuevo el Instituto Nacional de Semillas (Inase) que en pleno año 2000 había sido disuelto por el gobierno de Fernando de la Rúa.
Desde entonces comenzó una tarea de docencia y aplicación de la mencionada ley en todo lo referente a plantas de cualquier origen: vid, cereales, frutales, forrajeras, hortícolas y ornamentales.
Ejerciendo el poder de policía, el Inase controla que todas las plantas provengan de viveros registrados para la actividad productiva, comercial, y como los obtentores de nuevas variedades en criaderos o laboratorios especializados para tal fin.
Así quienes únicamente pueden vender en todo el territorio nacional son los que están registrados y son conducidos por un director técnico profesional como responsable. Estos viveros incluso pueden exportar plantas o introducir plantas desde el extranjero sometiéndose a controles de cuarentena por parte del Senasa.
Los productores deben tener muy en cuenta no sólo qué compran sino a quién compran. Y para ello deben exigir que estén registrados. Esto les posibilitará tener una garantía mayor a que si adquiere plantas de dudosa procedencia. La ley le exige a los viveristas varios puntos que cumplir cómo de dónde sacan las plantas para detectar plagas y enfermedades y la correcta determinación de la variedad. La factura de compra permite al productor viñatero hacer los reclamos pertinentes ante el viverista o por la vía judicial si se comprueba que fue perjudicado por la calidad e identidad del material adquirido.
Pero lamentablemente todavía en este aspecto los productores siguen cometiendo serios errores. Hay en el mercado ilegal muchos clandestinos que ofrecen plantas a menor precio y sin garantía. Se trata muchas veces de vendedores ocasionales que aprovechan una temporada porque les parece que pueden dedicarse a esto sin ninguna experiencia y mucho menos están asesorados por un experto técnico.