De acuerdo a estimaciones de la OIV en la campaña 2011/2012 para la Unión Europea la producción destinada a vinificación se estima en los 156,9 millones de hectolitros. De ellos, 94,2 millones de hectolitros habrían sido destinados para vinos con DOP (Denominación de Origen Protegida) y con IGP (Indicación de Origen Protegida). Es decir más del 65 % tiene origen de indicación geográfica, lo que significa que es controlado y en su etiqueta aparece debajo de la marca bien destacado el nombre de la región. Por ejemplo Champagne, Rioja, Oporto, por citar algunos de los más conocidos. Francia ocupa la primera posición como productor de vinos con DOP e IGP, con 37,8 millones de hectolitros, frente a los 25,5 de Italia y los 17 de España. Hay que resaltar que en el sistema europeo el consumidor le da mucha importancia al origen, de que zona es el vino, ya en ella se conjuga suelo, clima, tipo de vid y la tradición del hombre. Generalmente sus vinos son un blend o corte de varias variedades. Aunque en muchas predomine una, la variedad pasa a segundo plano. Si un vino no tiene certificación de origen estará destinado al segmento de vinos básicos populares y de menor precio. Esto es distinto a lo que sucede en otros países no europeos como Estados Unidos, Australia, Sudáfrica, Chile, Uruguay, Nueva Zelanda y Argentina, con menos años de historia vitivinícola que el viejo continente. Acá predomina otro modelo y otra moda: el de destacar la variedad. Importa si es Pinot o Merlot. Darle importancia al nombre de la uva fue en la década del 80 un criterio comercial interesante, debido a que los lugares tenían poca historia vitivinícola. Con publicidad de todo tipo se produjo el boom de los vinos de California y Australia. A pesar de tener influencia europea, cuando en los 90 la Argentina se reconvierte y se abre al mundo no escapó al modelo anglosajón. Pero ahora las cosas han cambiado. Ya no basta simplemente con la variedad. Hay que darle valor al origen. Pese a que la Argentina ha hecho mucho al tener una ley moderna desde 1999, los productores y las bodegas han hecho muy poco. Solo se sabe si es de Mendoza, San Juan, o Salta por citar a provincias. De regiones poco conoce el consumidor. Sólo Lujan de Cuyo es el nombre más conocido en el país. Ha creado una Denominación de Origen Controlado (DOC) para proteger y dar a conocer las bondades del Malbec argentino. Un trabajo serio ya que fue la primera DOC en Sudamérica. Luego se agregó San Rafael, constituyendo las únicas DOC de la Argentina.
EN SAN JUAN
El INV, autoridad de aplicación de la Ley, reconoce y protege a 85 indicaciones geográficas para el país. De estos sólo 20 nombres se puede usar para vinos de San Juan: los correspondientes a los 16 departamentos vitícolas, a los que se les suma Cuyo, Valle de Tulum, San Juan y Valle del Pedernal. Que se puedan usar y colocar en la etiqueta no significa que sean reconocidos por el consumidor. Hoy a los vinos locales se los reconoce con origen ‘San Juan‘ y en menor medida por ‘Valle del Pedernal‘. Hay que reconocer que el sector productivo ha trabajado poco y no invierte en promoción como debe. La gran ayuda del Gobierno de llevarlos de la mano a cuanta feria y evento haya no da muchos resultados si las bodegas no acompañan con inversión. No voy a dar el ejemplo de Mendoza que nos saca mucha ventaja. Pero nombres como Cafayate y Patagonia Argentina están dando un gran protagonismo a los vinos de Salta, Neuquén y Río Negro, ya que sus bodegas promocionan más sus zonas. Vale la pena resaltar la investigación que está realizando el Programa Proviar, los Centros de Desarrollo Vitícola de Caucete y Sarmiento, junto con el INTA, INV, Coviar, Gobierno provincial y municipios en caracterizar los vinos por zonas. Este es un paso importante para que nombres como Valle de Zonda, Huanacache, Barreal, Calingasta, Pozo de los Algarrobos, entre otros, comiencen a dar valor agregado a sus vinos.