En abril de 1989, el proyecto de ejecución de la central hidroeléctrica El Tambolar estaba listo: lo había realizado el consorcio empresario ítalo-argentino Impreglio Spa, subsidiaria del grupo Fiat, quien se lo entregó al entonces gobernador bloquista, Carlos Gómez Centurión. Debido al convulsionado escenario nacional, el ingeniero Gianfranco Rizzo, representante general de Impregilo, tuvo dudas sobre el futuro y sólo presentó algunos aspectos técnicos y se reservó información clave, amparándose en la cláusula del acuerdo que establecía la confidencialidad del resto de los datos hasta tanto existiera garantía de que sería la empresa la adjudicataria de las obras. Es que el proyecto fue el resultado de un pacto que se había sellado en un acuerdo entre Argentina e Italia. Este último iba a dar un crédito de 4.000 millones de dólares a nuestro país para obras hídricas. En el caso del Tambolar, la condición era que no se iba a hacer licitación pública sino una adjudicación directa, por lo que iba a ser construido por el consorcio conformado por la multinacional Impregilo, en asociación con Cartellone, Albano y la local Francisco Paolini. En mayo de ese año, el riojano Carlos Menem ganaba la presidencia y en San Juan, donde había elecciones a diputados nacionales, el bloquismo sufría una fuerte derrota. Con el nuevo gobierno, el sueño del Tambolar se esfumó.
El proyecto que se frustró en 1989

