Se sabe que para producir uvas para vinos se necesitan determinadas condiciones ambientales, por lo tanto, no es difícil deducir que un aumento de la temperatura o disminución de las lluvias puede traer consecuencias para los viñedos.
En San Juan la última semana del año sufrimos una ola de calor inusual por la duración en días. Ya años anteriores las altas temperaturas unidas a grandes momentos de sequía hicieron un mix completo a tal punto que la cosecha anterior fue una de las más bajas en los últimos 15 años. Estas olas de calor ocurrían en periodos puntuales, sin embargo, debido al cambio climático lo que eran casos aislados se han convertido en algo habitual todos los veranos.
Un reciente estudio prevé que importantes áreas de España y Francia no serán aptas para la viticultura. Para el año 2050 la superficie de terreno apta para la viticultura disminuirá entre un 25% y un 73% en algunas de las regiones productoras de vino más importantes del mundo, entre las que se encuentra el sur de Europa, donde están España, Francia e Italia, los tres principales países elaboradores de vino. Asimismo, nuevas zonas donde hasta ahora no existían condiciones aptas para la viticultura, como algunas áreas del Oeste de Norteamérica y el Norte de Europa, serán cada vez más adecuadas y demandadas por los productores de vino. Estas son algunas de las conclusiones de un estudio recientemente publicado por el Laboratorio Internacional en Cambio Global.
Se trata del primer análisis global de los impactos del cambio climático en la producción y conservación del vino y que ha permitido elaborar el primer mapa mundial de la producción futura de vino.
El cambio climático afecta al ciclo vegetativo de la planta y, por consiguiente, al proceso de maduración de la uva y a la determinación del momento óptimo de vendimia. La capacidad de adaptación de la vid a estos cambios dependerá de muchos factores, unos intrínsecos como son la variedad de la uva y otros extrínsecos como son el cuidado anterior del viñedo, medidas preventivas. Es tarea de agrónomos y viticultores ayudar a la planta para que se adapte de la mejor forma posible.
Se sabe que las altas temperaturas y la falta de agua de riego hace caer la producción porque los frutos son de un tamaño menor y no hay tantos racimos en los viñedos.
El cambio climático se manifiesta con una elevación progresiva de las temperaturas y un estrés hídrico en la cepa. Ello provoca una subida de la graduación alcohólica probable y un descenso de la acidez obteniendo una menor calidad de los vinos. Se suma a que los aromas y los polifenoles, importantes para la estructura en boca y el color del vino, no tendrían una maduración adecuada, dando lugar a vinos desequilibrados, amargos o astringentes.
En las regiones de Argentina y Chile las viñas podrían extenderse cada vez más al sur de la Patagonia; aunque tenemos la ventaja competitiva que da cultivar a gran altura.
Un cambio más severo se pronostica en Europa, en donde se considera que el límite de los cultivos se está desplazando hacia el norte a razón de 10 a 30 km cada década, es decir entre 3 km anuales. En España, por ejemplo, el cultivo de la vid puede ser inviable en Cataluña dentro de 40 años; y ya algunas bodegas están especulando sobre el pase de Tempranillo a Cariñena, por ser esta última una cepa más robusta. Los espumosos españoles también pueden resultar severamente afectados, debiéndose desarrollar el cultivo en zonas más altas.
Muchas bodegas ya tienen estaciones agroclimáticas para un control exhaustivo y un seguimiento continuo de las condiciones meteorológicas en las diferentes parcelas de las diferentes Denominaciones de Origen.
En San Juan ya debemos pensar que no estamos exentos y ya las plantas con seguridad han manifestado respuesta al cambio climático. Debemos estudiar más para dar recomendaciones técnicas urgentes.