Duilio Varela (48) no puede ocultar sus orígenes. Casi que sus ojos rasgados hacen las veces de DNI y no hace falta que con su voz apagada diga que llegó de Bolivia. Atrás quedó su Tarija natal (ciudad ubicada al Sur del país), y ahora lo encuentra "gameleando” en una finca albardonera, en lo que es su "cuarta o quinta” temporada -no recuerda con precisión- que viene a San Juan para la cosecha de uva y aceituna. Pero los tiempos cambiaron y los "Duilios’ cada vez son menos.

Ya no es aquel "vendaval” de bolivianos que se hacían notar en las viñas sanjuaninas y agachaban la cabeza para ponerse el tacho de uvas de sol a sol. Es que según datos brindados por la ONG Residentes Bolivianos en San Juan y entidades viñateras, en apenas dos años cayó casi a la mitad el arribo a la provincia de trabajadores del altiplano: de 2.300 en la temporada 2011, a "no más” de 1.100 por estos días; cuando se sabe que por campaña en San Juan se ocupan para recoger las uvas unas 7.000 personas y otras 5.000 para la aceituna, o sea, más del 25% de la fuerza laboral era de origen boliviano.

Las razones son básicamente dos: el tipo de cambio, cada vez menos favorable para ellos, y el cepo al dólar. Pero también los mayores controles contra el trabajo ilegal y las mejores condiciones en su país aportaron lo suyo para que este fenómeno migratorio-laboral pierda vigor, al menos en este lado de la geografía nacional.

En las viñas se siente y mucho que los bolivianos no vengan por estos lares. Remberto Frías es un cuadrillero que conoce el paño y se atrevió a hacer un ADN de estos trabajadores: "Son tipos guapos, callados, que arrancan temprano y le dan, le dan y le dan. Parece que no se cansan, les gusta la plata como a todos, pero es gente noble y buena para este trabajo”, graficó. "Un boliviano es mucho más rápido y comprometido con este trabajo que uno de los nuestros. A ellos parece no agotarlos la cosecha”, apuntó Daniel "Payo’ Dates, productor de aceitunas. Otro que se sumó a los halagos para con el trabajo de los bolivianos es "El pollo” -así quiere que lo llamen-, uno de los encargados de la finca Carrascosa, en el departamento Albardón: "Acá no vienen mucho, pero los que vienen son tipos que laburan que da calambre. Parecen máquinas y son muy obedientes”, dijo.

Otrora el boliviano que venía para la cosecha hacía la diferencia, trabajando desde enero, cuando arranca la cosecha de uva, hasta bien entrado el invierno, con la aceituna. Claro, hasta hace un par de años con un peso argentino compraban 6 pesos bolivianos. Hoy esa ecuación cambió: con un peso argentino se hacen de apenas 1,38 bolivianos. Y la "frutilla de la torta” la puso el cepo al dólar. Antes, en momentos donde promediaba la cosecha, cambiaban los pesos argentinos por dólares y los enviaban a su país, mientras que ahora para hacerse de la divisa estadounidense deben justificar la operación ante AFIP, sabiendo de antemano que la mayoría de los bolivianos están indocumentados o evitan el "blanqueo”, y otros caen en manos de empresarios que se valen de eso para explotarlos. En consecuencia, lo que otrora convenía, ahora no lo es tanto, excepto para aquellos que en su tierra no lograr hacerse con un trabajo estable.

"Hemos intervenido en muchos casos donde encontramos compatriotas en condiciones aberrantes. Recuerdo un caso hace unos años de 260 bolivianos que estaban en un galpón. Dios mío lo que era eso, ni los animales podían vivir ahí. El boliviano es noble, trabajador, guapo, pero muchas veces se aprovechan”, se lamentó Natalia Torres de Soria, presidenta de la ONG Residentes Bolivianos en San Juan.

La tasa de desocupación en Bolivia es baja y ello también influye en que haya una merma migratoria. No supera los 7 puntos, pero los trabajos son precarios, tanto en lo que son las condiciones laborales como en los sueldos que van al bolsillo de los trabajadores. "El que viene acá ahora es porque no consigue nada de nada en Bolivia, porque nuestra tierra con Evo (Morales) está mucho mejor y brinda más oportunidades”, apuntó Torres de Soria.