Carlos Vega manifiesta que la zamba llegó a nuestro país entre 1815 y 1820. Los inicios de este género musical hay que buscarlos en Perú y Chile, pero es indudable que consiguió matices propios de acuerdo a la región donde se arraigó, convirtiéndose en la danza y canción más destacada del folclore argentino. Si recordamos nuestra historia folclórica nos encontraremos con zambas conocidas que se convirtieron en piezas musicales clásicas, en símbolos de nuestro cancionero popular. Estas canciones forman parte de nuestra identidad y seguramente sus letras las entonamos en ciertas ocasiones de nuestra vida. Extensa sería la enumeración de ellas, pero como muestra podemos mencionar “Zamba de Vargas”, musicalizada por don Andrés Chazarreta, esta es considerada una de las más antiguas; también “De mi esperanza” compuesta por Luis Morales; “Luna Tucumana” producción maestra de don Atahualpa Yupanqui ; “Angélica” de Roberto Cambaré; “La López Pereyra” de Cresseri o las célebres zambas de Polo Jiménez, Jaime Dávalos, Julio Jerez, Eduardo Falú, Ernesto Cabeza, Gerardo López, Ariel Ramírez, entre otros. Mérito especial lograron nuestros prolíferos y magníficos cantautores cuyanos.

También existen innumerables zambas que son menos conocidas o que en alguna época lo fueron y luego perdieron vigencia, pero que reúnen singularidad y belleza.

Una de ellas es la denominada “Mamitay”, recopilada por la compositora Rosa Bertrez. Lleva este nombre en homenaje a las madres criollas y su letra es una pintura exacta del rol que cumplían las mujeres en las familias rurales. Otra pieza modelo es la conocida como “Mañanitas Loretanas”, obra de Pedro Jiménez. Sus coplas constituyen una pintura referida a la vistosa localidad santiagueña de Loreto. La composición conocida como “La sanlorenceña”, de don Jaime Dávalos, hace una exacta descripción de los carnavales salteños, realizados en el Valle de Lerma y San Lorenzo.

Igualmente una pieza bellísima es la surgida del genio de los Hermanos Ábalos, llamada “Zamba de mi pago”, su poesía expone la congoja que provoca en el hombre el desarraigo. Así como las mencionadas, existen innumerables ejemplos de hermosas zambas que nos indican la fructífera realizaciones de nuestros cantores y poetas, la trayectoria de ellas han recorrido gran parte de nuestra historia, rescatando hechos épicos, mostrando costumbres y sobre todo reflejando en sus estrofas y gestos rítmicos, la naturaleza del romanticismo criollo.

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magíster en Historia