Para situar a San Juan políticamente, recordemos que en 1810 dependía del virreinato del Río de la Plata y poseía la categoría de “Comandancia de Armas” dependiente de la gobernación-intendencia de Córdoba. Damián Hudson, en su “Recuerdos Históricos sobre la Provincia de Cuyo” pinta el San Juan de principios del XIX, como un pueblo donde sus habitantes “vivían patriarcalmente, al modo de las sociedades primitivas, sin aspirar otra posición para sí ni para sus hijos y nietos, que aquella estrecha y menguada que le legaron sus antepasados”.
Coincide con esta mirada Juan Rómulo Fernández, otrora miembro de la Academia Nacional de la Historia al decir: “El pronunciamiento de Mayo vino a despertar a este pueblo que dormía su sueño secular, acurrucado al pie de los Andes. Acaso los visionarios, andando por valles y gargantas, habían tenido el presentimiento. Pero fue un gran día de aquel del año 1810 en que el emisario de la Junta de Buenos Aires se apeó del caballo y entregó, inmediatamente, al Cabildo los oficios del caso”. Se refería al 17 de junio de 1810 cuando llegó a San Juan la noticia del 25 de Mayo “porteño”.
> San Juan y Mendoza en búsqueda de minería
A su vez, para el periodista Rogelio Díaz Costa, que escribió muchos años en DIARIO DE CUYO, eran tiempos “en que la colonia ya tenía definida la actividad agrícola y pastoril, pero la búsqueda de las minas no cesaba”, ya que “son los mismos cabildos de Mendoza y de San Juan y los propios misioneros, los que buscaban minas y derroteros”.
Y tras el cambio registrado con la Revolución de Mayo de 1810 y luego en 1816 con la Declaración de la Independencia, la ciudad colonial de San Juan sobrevivió hasta 1870 con igual fisonomía”, según Horacio Videla en su “Historia de San Juan, tomo I”, quien agrega: “Nada alteraría su rostro, ni sus estructuras espirituales. La ciudad patria continuó en molde pequeño, salpicada de dilatados baldíos hasta en la plaza principal. Las calles rectas pero muy angostas, de doce varas de ancho, carecían de árboles y acequias. Por un lomo trazado por la mitad de las manzanas corrían de poniente a naciente nueve acequias tocando los fondos de las casas con miras al riego de la huerta familiar, y las calles transversales que corrían de sur a norte, llenas de gibas (nota del redactor: jorobas), topaban en quintas de dos o tres manzanas enmarcadas en cuatro calles anchas arboladas, apocopadas “callanchas” por el habla general”.
Juan Rómulo Fernández, otrora miembro de la Academia Nacional de la Historia al decir: “El pronunciamiento de Mayo vino a despertar a este pueblo que dormía su sueño secular, acurrucado al pie de los Andes”. El 17 de junio de 1810 fue una jornada gloriosa cuando llegó a San Juan la noticia del 25 de Mayo “porteño”.
> Formación intelectual
A su vez, desde el ángulo de la formación intelectual de entonces, buena parte del pueblo sanjuanino tenía preparación si nos atenemos a la afirmación que hace Margarita Mugnos de Escudero, madre de nuestro “poeta mayor”, Jorge Leónidas Escudero, al asegurar que San Juan “distinguióse siempre por su cultura y su aspiración de aprender. Cuando la Revolución de 1810 vivificó el aire de la Colonia con sus auras de libertad, existían en San Juan, además de los colegios de los conventos, la primaria Escuela del Rey (luego de la Patria), el aula de Latinidad y un establecimiento de enseñanzas particular atendido por el presbítero D. Manuel Torres”.
> Impuestos que se debían pagar a la corona española
En otro ámbito de la vida sanjuanina de 1810, Videla escribe también que ya había impuestos que debían pagar los vecinos a la corona española, ya que España había traído a América, o implantado, no sólo su lengua y religión, sino también los pesos y medidas, régimen monetario de entonces: “La moneda de plata circuló con notable profusión, especialmente el ‘cuarto de real’ o ‘cuartillo’, última moneda efectiva en América, no así la moneda de oro que no tuvo circulación en la región cuyana de manera apreciable”. Tampoco circularon aquí los “vales reales”, billetes españoles considerados “verdadero papel moneda”, y destinados “al pago de contribuciones, pero no para abonar sueldos”, que tenían elevado valor nominal.
Por eso en San Juan se utilizaban en aquellos primeros años del 1800, discos de plomo, estaño, madera o cuero, llamadas “señas”, que emitían comerciantes y pulperos, ante la falta de “moneda divisoria o de vellón”. También existía el trueque (venta o pago de salarios en ropa, botijas, brea, grasa, aves, sebo, madera, trigo, papas, aceituna, quesos, ovejas, caballos, carneros y novillos), que habían utilizado con frecuencia los jesuitas de San Juan “entre 1733 y 1764”.
Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista
Autor de “Así era San Juan cuando nació la Patria”, Cícero, Ed. S. Juan, 2010.
Otras fuentes: “Nosotros los sanjuaninos”, Rogelio Díaz C., S.P.A.E., SJ,1972; “Recuerdos Históricos sobre la Provincia de Cuyo”, Damián Hudson, Ed. “Revista Mendocina de Cs.”, Mendoza, 1931; “Contribución a la Historia de la Cultura de San Juan”, Margarita M. de Escudero, Ed. Sanjuanina, 1968; “San Juan, 1810-1862”, Juan R. Fernández, Imp. de la Universidad, Bs. As, 1941, “Historia de San Juan” T1, Horacio Videla, Academia del Plata, Bs.As., 1962.