No se trata de un género nuevo, sin embargo raramente se menciona en Cuyo como una expresión diferente a las invariablemente reconocidas: la cueca, la tonada, el gato y el vals cuyano.

Posiblemente antes de Buenaventura Luna e Hilario Cuadros puedan citarse aislados ejemplos de canciones cuyanas; pero es a partir de estos prominentes cultores que puede considerarse como manifestación musical regional.

Entre centenares de producciones contemporáneas, puede citarse dos: “Vallecito”, de Luna y “El Jarillero” de Don Hilario, pero de estos autores hay muchas más. Del primero: “Cantar de arrieros”, “Por qué será que parece”, “La noche”, “Canto pirqueño”, “En los nevados”. Del segundo: “Virgen de la Carrodilla”, “El hombre y el canario”, etc. No es sencillo caracterizarlas; prácticamente son todas diferentes, salvo criterios muy generales que coinciden en algunas. Quizá el elemento constante en la canción cuyana sea paradójicamente la diversidad de los ritmos tradicionales que mezcla, por supuesto que muy armónicamente. Hay canciones que son prácticamente habaneras, ritmo cadencioso que también adoptó el tango desde Gardel y que seguramente es uno de sus orígenes (“Virgen de la Carrodilla”); otras unen un ritmo parecido al de la cueca con el de la tonada (“Cantar de arrieros”); otras utilizan el ritmo de la chacarera o el gato, pero no son ni una ni otra cosa, por la libertad como los utilizan; se trata simplemente de canciones (“Por qué será que parece”, “Guelta, juera y a las empanadas”). “Vallecito”, en su origen, es una rara cadencia muy parecida a una baguala o una vidala catamarqueña; luego, a partir de Los Cantores de Quilla Huasi, curiosamente adquirió un ritmo similar al de una guarania.

La canción no sólo se ha afincado en Cuyo, lo ha hecho en todo el país, presentando rasgos muy diversos, como un modo de manifestar la libertad y evolución artística.

Entre nuestros contemporáneos, el “Bebe” Flores tiene dos ejemplos notables: “Consejitos” y “Estela Alejandra”, dedicadas a dos de sus hijas; toman el ritmo de la habanera con algún rasgo de las conocidas serenatas salteñas que también se afincaron luego en Córdoba; pero lo llamativo sigue siendo la convivencia aleatoria de varios de ritmos. A pesar de que por ahí se menciona a “San Juan en otoño” como zamba, cabe destacar que reúne fragmentos de tonada valseada, que en algunas versiones toma algún rasgo de la ranchera y el resto de la zamba, pero en una construcción absolutamente libre. Con absoluta modestia deseo citar nuestro tema “Joaquín de Cuyo”, luego seguido en su estructura e idea por otros de esta región, el que, a partir de un personaje ficticio que representa la humildad de nuestro hombre de campo, utiliza todos los ritmos tradicionales de Cuyo: tonada valseada, vals, tonada rítmica, cueca y gato.

La canción cuyana está ahí, como construcción libre de los nuevos poetas y compositores de esta prolífera como personal región del país. Ha sorprendido a los estudiosos y al público en general por su originalidad y la independencia de las construcciones tradicionales. ¡Quien puede hoy negarle autenticidad y no presumir que los tiempos la incorporarán al folklore de pura cepa!

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete