Este domingo leemos en comunidad el evangelio según san Marcos 10, 35-45: “En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: “Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir”.
Les preguntó: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”.
Contestaron: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Jesús replicó: “No saben lo que piden, ¿pueden beber el cáliz que yo he de beber, o bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”.
Contestaron: “Podemos”.
Jesús les dijo: “El cáliz que yo voy a beber lo beberán, y serán bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado”.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: “Saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre ustedes: el que quiera ser grande, que sea servidor de ustedes; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”.
El evangelio nos ofrece una escena en las que se ponen de manifiesto los intereses de sus discípulos y la verdadera meta de Jesús en su caminar hacia Jerusalén.
El texto tiene dos partes: la petición de los hijos del Zebedeo (vv.35-40) y la enseñanza a los Doce (vv. 42-45). Es un conjunto que ha podido componerse en torno al seguimiento y al poder. De la misma manera que antes se había reflexionado sobre el seguimiento y las riquezas (10,17ss), en el marco del “camino hacia Jerusalén”.
Pensaban los discípulos que iban a conseguir grandeza y poder: estar a su derecha y a su izquierda, ser ministros o algo así. Incluso están dispuestos, decían, a dar la vida por ello; la copa y el martirio es uno de los símbolos de aceptar la suerte y el sufrimiento.
Podemos imaginar que los hijos del Zebedeo estaban pensando en una copa o bautismo de gloria, más que de sufrimiento. Sin embargo la gloria de Jesús era la cruz, y es allí donde no estarán los discípulos en Jerusalén. Lo dejarán abandonado, y será crucificado en medio de dos bandidos. Al final, fueron éstos lo que tendrían el privilegio de estar a la derecha y la izquierda.
Los grandes dominan y hasta esclavizan. Por el contrario, el Dios del Reino, trata a cada uno con amor y según lo que necesita. Ahí está la clave de lo que quiere llevar adelante Jesús como causa. Un Dios que sirve a los hombres no es apreciado ni tenido como tal por los poderosos, pero para el mensaje del evangelio, ese Dios que sirve como si fuera el último de todos, merece ser tenido por el Dios de verdad.
Servir. Clave del Evangelio. Resume la vida de Jesús. ¿Nos hacemos a la idea de que estamos para “servir” de verdad? No para ser reconocido o recompensado de inmediato. Servir es entregarse al otro. Es dar vida. Si no, no hay mundo nuevo y la sangre no da vida.
De modo especial, hoy pensemos en nuestras madres: cuánta entrega silenciosa, cuánta asistencia en nuestra enfermedad o situaciones complicadas. Para ellas, “memoria agradecida”. Felíz Día!!
Por el Pbro. Dr. José Juan García