Fue una de las personalidades más importante de la historia de la República Argentina. Un hombre con diferentes profesiones: presidente de la Nación, gobernador de San Juan, ministro del Interior, escritor, periodista, militar, y el más importante de todos, el de educador. Considerado “el padre del aula” por su pensamiento y obra. Se trata de Domingo Faustino Sarmiento.

Según su visión, “puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer”. Desde aquellos años planteaba la necesidad de una sociedad más justa entre sus ciudadanos, con los mismos derechos, entre ellos a la educación.

Además, pensaba que “la educación civiliza y transmite la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización”.

En este sentido propone a la escuela como la formación integral de la persona para convertirlos en ciudadanos con valores morales y capacitados para emprender cualquier tipo de trabajo, emprendimiento como también empresas con visión de futuro para engrandecer a la sociedad y el país todo, una construcción de conocimientos con responsabilidades y crecimiento personal como social.

Domingo Faustino Sarmiento propone a la escuela como la formación integral de la persona para convertirlos en ciudadanos con valores morales y capacitados para emprender cualquier tipo de trabajo, emprendimiento como también empresas con visión de futuro para engrandecer a la sociedad y el país todo.

Sembrar educación y más escuelas
Siendo presidente fundó 800 unas escuelas y hoy son miles en el país. En estas, muchos de nosotros participamos como docentes o alumnos, y todos tenemos la obligación de respetarla, cuidarla y defenderla.

Domingo Faustino Sarmiento, también llamado “Maestro de América”, aseguraba que “si no existieran dificultades, no habría éxitos. Reconocía que todas nuestras conductas, entre ellas, enseñar como maestro y aprender como alumno, necesariamente implicaba reflexionar de los obstáculos que se nos presenten; las oportunidades siempre están y requiere de la voluntad de cada uno para superar tales problemas en pos de ser mejor persona y contribuir a una sociedad mejor.

Por lo tanto, el educador puede dejar una huella para la vida del alumno. Sí, transforma su vida para que se convierta en una persona que pueda desenvolverse en la sociedad y aportar su inteligencia y lo aprendido en las aulas para enriquecer la vida de niños, adolescentes y adultos en los distintos niveles de educación. De esa manera, se logra un efecto multiplicador, lleno de riqueza intelectual y moral para que la sociedad en la cual vivimos sea cada vez mejor en todo sentido.

Por Lic. Fabián Cabañes
DNI 34.698.764