La escalada de conflictos que no cesan, las tensiones geopolíticas y el creciente caos climático; nos están dejando en la cuneta de los desatinos, lo que debe hacernos repensar, para mantener viva la llama del espíritu. Caer en la desolación tampoco es el recurso para renovarse, crecer y compartir. Todo esto nos exige cultivar el amor verdadero, aquel que germina de nuestros propios pulsos interiores, tomar nuestro tiempo para la contemplación y el discernimiento; y, luego, escucharnos para conseguir extender el abrazo sincero hacia todo aquel latido que nos pide ayuda. Por consiguientes, hemos de ser gentes de paz, ciudadanos de palabra auténtica, sembradores de esperanza y cultivadores de bien. Jamás cerremos nuestros oídos al clamor de esa ciudadanía oprimida, al grito de ese pueblo esclavizado, y seamos creativos para fomentar la concordia. La armonía hay que reconquistarla, nunca viene dada, sino que debe trabajarse a jornada completa, comenzando en la familia. Fuera, entonces, este orbe discordante que nos acorrala.
La creatividad ha de ser el anhelo para cada cultura; y más, en este cosmos herido, deshumanizado por completo e inhumano a más no poder. Tampoco hay que caer en las redes de la confusión y tenerle miedo. De todas las caídas uno puede levantarse, únicamente hace falta voluntad tras lo aprendido. Lo sustancial es poner el corazón y la mente en actitud de cambio, pues, tenemos lo necesario para abrirnos paso hacia un futuro mejor. Es cuestión de batirse el cobre, de romperse la cabeza, de llevar la carga, que es como se aceleran las acciones. Nada viene por sí mismo. Prioricemos las actividades humanitarias, sin cruzarnos de brazos. En esta labor todos somos necesarios e imprescindibles. Los países en desarrollo requieren, además, espacio fiscal y recursos financieros. Es público y notorio, por tanto, que la reforma de la arquitectura financiera mundial debe desbloquearse, cuando menos para impulsar el avance sostenible. En cualquier caso, que no prevalezca el derecho del más poderoso, sino la fibra del derecho natural.
La adhesión al principio de igualdad ante la norma, de la que tanto se nos llena la boca a diario; la prevención de la arbitrariedad y la garantía de transparencia, también nos ayudarán a resolver los conflictos en curso, a través del diálogo sincero y de la diplomacia inherente. La triste situación se concreta con los datos. Según Naciones Unidas, las víctimas civiles aumentaron un 72% entre 2022 y 2023 en medio de una escalada de la violencia. Esto hay que pararlo como sea, debe de cesar de inmediato. Para empezar, considero que no hay otra vía más directa, que la de atendernos y entendernos. Son todo principios y valores indispensables que se derivan del concepto general de estado de derecho y que, si se efectúan, tienen el poder de conducir a la realización de la justicia y de reconducirnos hacia esa afecto universal que tanto necesitamos hoy. Por desgracia, estamos lejos de conseguirlo, pero no es un imposible con el hacer. Queriendo todo se consigue, hasta rehacerse en una sociedad liada. Por eso, es vital que se deba permitir volar, con iguales posibilidades entre semejantes.
Por Víctor Corcoba Herrero
Escritor