En los primeros años del siglo XIX, coincidiendo con el primer grito de Libertad del 25 de mayo de 1810, las colecciones de libros que existían en San Juan las reunían las familias De la Roza, Del Carril, Laprida, Oro, Godoy y Bustamante, según Juan Pablo Echagüe. Y es cautivante la mirada del autor sobre la avidez por la lectura en aquellas vísperas de algo nuevo en San Juan, junto con el ingenio de los sanjuaninos por conseguir bibliografía: “No fue San Juan ciudad universitaria, ni contó con institutos de enseñanza superior; más ni los padres ni los hijos se atemorizaron por eso, y cuando se trató de realizar nobles aspiraciones espirituales, la aldea montañesa se dio a perseguirlas con el mismo tesón con que sus habitantes convirtieron en campos de labranza el arenoso suelo del “Cuyun”, memora Echagüe.

Corrientes liberales expuestas en libros

Paralelamente, Horacio Videla en su tomo I de Historia de San Juan, sostiene que la minoría, entre españoles y criollos “se nutría de las corrientes liberales expuestas en libros que llegaban muchas veces subrepticiamente de Europa, cuyas lecturas se dificultaban con prohibiciones rigurosas”.

Y al remontarse precisamente a los tiempos de la colonia, Echagüe reconoce que sacerdotes ilustrados y vecinos interesados en la lectura “comenzaron a difundir la afición local por las cosas de la mente”. Los libros llegaban desde Chile, teniendo en cuenta que San Juan era política y comercialmente dependiente de la Capitanía General del vecino país.

“Aguardaba el ganadero de Tulum -dice Echagüe- que la buena estación dejase libre los pasos, y solía entonces conducir él mismo, por los tortuosos senderos cordilleranos, tropas de hacienda que negociaba en los mercados de Santiago, Copiapó o Coquimbo; a lomo de mula traía luego a su provincia cargas de mercaderías para una comarca sin manufacturas, y entre las piezas de muselina o de zaraza, los saquillos de canela, la loza floreada o los pilones de azúcar, aparecieron infolios con cubiertas de pergaminos y volúmenes diversos como Los Padres de la Iglesia, el Santoral, Nebrija, o Quinto Curcio, sobre los cuales algún docto agustino o algún hidalgo letrado consumirían sus veladas”.

Apunta también el mismo autor que en la antigua universidad cordobesa y en la de San Felipe en Chile, “formáronse hombres de la generación nueva y ellos trajeron a su provincia una inquietud de largo alcance”.

Por eso, cuando vuelven a su hogar los Suárez, Tello, Bustamante, de la Roza, del Carril, Laprida, Oro, Godoy, aportan profundos principios renovadores. “Su vasta ilustración, sus gustos actuales, sus ideas contagiosas su fuerte irradiación mental, propician al mismo tiempo el movimiento libertador y un moderno canon de vida pensante”.

OPI-MEGLIOLI-2

 

Aporte de San Juan en tiempos de la colonia

A su vez, Videla subraya que no hay que olvidar que en tiempos de la colonia, San Juan aportó “dos de los mas altos valores intelectuales de Chile y el Río de la Plata: el abate Manuel de Morales y el padre Francisco Funes”.

Morales, sanjuanino, fallecido en 1790 en Florencia, Italia, después de la expulsión de la Compañía de Jesús, produjo dos obras importantes “a estar siempre de Sarmiento”, dice Videla, una “Historia de Cuyo” y unas “Observaciones de las Cordilleras y llanuras de Cuyo”. Este último texto pasó a formar parte de un capítulo de la “Historia de Chile” del abate Juan Bautista Molina, impreso en 1776 en Bolonia, que fue publicado nuevamente en el siglo XX por la Junta de Estudios Históricos de Mendoza.

El citado padre Funes, sanjuanino, era prefecto de estudios a cargo de la supervisión de las cátedras de Gramática y Filosofía de la casa jesuítica de Mendoza en 1767. Además, Salvador Vásquez del Carril, vecino de la Ciudad de San Juan y casado con María Sánchez de Loria y Jofré, que habitaban una casa “a media cuadra del Hospicio de la Merced, en las actuales Santa Fe y Tucumán”, dejó en su biblioteca particular al morir a finales del siglo XVIII, un diccionario de Nebrija, la Historia de América, de Herrera, Teatro Monárquico, Curia Filípica, Recopilación de las Leyes de Castilla, dos Historias de España, entre otras obras destacadas. También se conocía aquí la “Representación de los hacendados”, redactada por Mariano Moreno, y el periódico “Correo de Comercio de Buenos Aires”, fundado por Manuel Belgrano y que realizaba en cooperación con Juan H. Vieytes. Ambos, “veteranos de las lides periodísticas”, según José Torre Revello, en su “Periódicos y periodistas de América durante la dominación española”.

Otros textos, segun el historiador Guillermo Furlong, en su “El trasplante cultural: Arte (Historia Social y Cultural del Río de la Plata, 1536-1810)”, “rescatan a través de la obra de Pedro Lozano los hechos relativos a los primeros lustros coloniales de Cuyo”. Y el padre Luis Santisteban compuso otro “Vocabulario”; “sin embargo fueron los cronistas Ovalle, Rosales y Olivares, jesuitas, y Lizarraga, dominico, quienes captaron con asombrosa agudeza el cuadro de la región”.

*Autor de “Así era San Juan cuando nació la Patria” (2010)
Otras fuentes: Historia de San Juan, tomos I y II, Horacio Videla; Revista de Historia de la UNCuyo, 1949; “Periódicos y periodistas de América durante la dominación española”, José Torres Revello, en Revista de Historia, Año I, Nº I, UNCuyo, 1949; Ricardo Levene, “Historia de la Nación Argentina”, Vol. IV, El Ateneo,1956; Guillermo Furlong, “El trasplante cultural: Arte (Historia Social y Cultural del Río de la Plata, 1536-1810)”, Bs. As. 1969. 

Los maestros y los libros

A su vez, Ricardo Levene, en “Historia de la Nación Argentina”, reflexiona sobre el papel de aquellos maestros coloniales y los libros que llegaban a sus manos, y considera que para ellos, la naturaleza y el hombre no eran nada por sí: “sirven a Dios; no tienen otra razón de ser (…)”. Pero también hay que destacar que en vísperas de la Revolución de Mayo se habían publicado “con la cordillera de los Andes como testigo”, a uno u otro lado, obras como “Vocabulario de la lengua huarpe”, del padre Juan Pastor, superior de la residencia mendocina de la Compañía de Jesús, que databa del XVII.