El término tradición deriva de la lengua latina, y tiene que ver con la transmisión o herencia de aquellos bienes culturales o concernientes al espíritu, que cada generación concibe y pone en manos de la siguiente. Es decir que la tradición es acumulativa y debe considerarse como un elemento integrador de cada cultura o pueblo. Otra característica es que este legado, representa e identifica a la comunidad donde esta inmerso, es lo deseable y por esto mismo adquiere vigencia social. También podemos considerar -teniendo en cuenta que brota de las raíces del pasado- que lo tradicional se nutre de aquellos elementos que a veces son desdeñados, o no caben en lo magistral o académico, pero que sin embargo logran pervivir. De esta manera la tradición esta forjada por la cultura popular, adquiriendo contornos que tienen que ver con lo folclórico. Tal temática esta constituida por un sinnúmero de ribetes, ataviados con particulares matices. Entre estos aspectos podemos considerar las creencias, relatos, música, danzas, costumbres, comidas, vestimentas, artesanías, sólo por nombrar algunos. Numerosas usanzas son las que marcan las tradiciones sanjuaninas, algunas han dejado su impronta con más fuerza que otras, pero todas en conjunto son como vestigios indelebles e identificatorios.

De generación en generación
Las tradiciones sanjuaninas debemos rastrearlas en remotos tiempos, cuando se comenzó a fraguar lentamente todo ese bagaje cultural, que luego se fue trasmitiendo de generación en generación y que además fue incorporando nuevos aportes, hasta constituir un amplio horizonte cultural, distintivo y específico. Nuestras singulares tradiciones se fueron concertando con el aporte de aquella lejana idiosincrasia popular, de la que fueron portadores principalmente los españoles, poseedores a su vez de una cultura milenaria. Este temperamento hispánico o peninsular, se esparció lentamente, hasta combinarse con otra matriz cultural, la autóctona, y transandina, con sus peculiares contornos y naturaleza.

Como muestrario de las tradiciones sanjuaninas, podemos hablar de aquel hombre que, con gran delicadeza, pudo componer amorosas tonadas a veces perforadas por el dolor que causa el desamor, y luego las canta en serenateras noches estrelladas. Del mismo modo es aquel individuo que en una actitud leal, brinda toda su alma al fiel amigo, y le invita un trago de vino para sellar tal compromiso. Es el varón piadoso que venera y le baila a la Virgen de Andacollo, o festeja la conmemoración de San Juan Bautista con grandes fogatas, y también alegremente chaya en los carnavales. Igualmente es esa venturada mujer, que todos los domingos hornea empanadas y con la típica reciprocidad andina, invita a sus compadres, o que hábilmente prepara un sabroso plato de ambrosía y en largas noches teje una abrigada frazada jachallera, mientras entona una canción de don Buenaventura Luna.

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia