El vocablo “bruja” provocará en el imaginario de la gente la imagen de una mujer corrientemente fea y anciana, trasladándose por el aire montada en su inconfundible escoba y posiblemente dirigiéndose a su secreta cueva a practicar los más disímiles conjuros para cautivar al maligno, como así también se la presume practicando la escabrosa magia negra. Esta es la representación más usual que existe sobre este ser, que según los especialistas tuvo su origen en la Edad Media en el continente europeo. Este perfil fue el que trajeron los españoles a América, aunque su matriz original se fue diluyendo y surgieron otras representaciones generadas por la cultura popular criolla.

En nuestro suelo, especialmente en el noroeste existe toda una gama, en cuanto a los atributos y creencias de estos seres. Las enseñanzas sobre el mal la reciben en las míticas salamancas. Luego se van a vivir en las afueras de los poblados, en precarias casas o cuevas. Durante el día reciben visitas, son aquellas personas que acuden a una “consulta”, pero en la noche nadie se atreve a acercárseles. Nuestra provincia no es ajena a estas creencias, las hay desde la época colonial y aún hoy son parte del imaginario social.

Algunas zonas de brujas
En nuestra geografía existen zonas sensibles en la cuales “aparecen” las brujas, como así también objetos como velas de diferentes colores, sal, puñales enterrados por la parte del mango, utilizados en diversos rituales en horas de la noche. Así tenemos el Villicum, Huaco, los Cerros de Pie de Palo, entre otros sitios. Igualmente diversos autores como Pedro Echagüe, Adán Quiroga y Domingo F. Sarmiento mencionan o relatan hechos maléficos. Este último en su afamado libro “Recuerdos de Provincia”, escribiendo una suerte de trabajo etnográfico relata un episodio acerca de “Las brujas de Puyuta”.

En la descripción de los rasgos o características de su casa habla de una mujer llamada “Ña Cleme”, muy apreciada por doña Paula, de la cual expresa: “Según he podido barruntar aquella Ña Cleme, india pura, renegrida por los años que contaba por setenta, habitante de los confines del barrio de Puyuta, había sido en sus mocedades querida de uno de mis deudos maternos (…). Lo que había de más notable en esta vieja es que se la creía bruja, i ella misma trabajaba en sus conversaciones por darse aires de tal bruja, i confirmar la creencia vulgar. ¡Rara flaqueza del espíritu humano, que después el conocimiento de la historia me ha hecho palpar!”(…)

“No fue nunca perseguida Ña Cleme por sus creencias religiosas a este respecto, aunque lo fueron más tarde y en épocas no muy remotas, varias brujas del barrio de Puyuta, afamado hasta hoy en la creencia del vulgo por servir de escondite a varias sectarias del maldito.

No hace en efecto doce a catorce años que la policía, anduvo en pesquisas tras de un hecho de embrujamiento, sacando en limpio un enredo de cuentos que dejaron perplejas a las autoridades…”.

El relato de Domingo F. Sarmiento, jugoso y detallado, nos deja entrever, entre otras consideraciones, que el tema expuesto es como una constante en la historia, su misterio y su atractivo peculiar continúan siendo parte del imaginario social sanjuanino. Bibliografía: DIARIO DE CUYO, San Juan, 13 de junio de 2017. Delgado, Edmundo Jorge. Devociones y relatos míticos de San Juan. San Juan, Trazos, 2012. Verdon Jean. Las supersticiones en la Edad Media, Buenos Aires, El Ateneo, 2009. Sarmiento, Domingo Faustino. Recuerdos de Provincia, Buenos Aires, Kapeluz, 1987.

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magíster en Historia