Luego de las luchas por la independencia o de la llamada guerra al malón, se incorporó al acervo lingüístico criollo el término “fortinera” o “cuartelera”. El historiador Juan Raone explica con precisión que este vocablo hace referencia a la “china cuartelera, agalluda mujer que acompañó al milico en la guerra de la frontera y vida de fortines”. Por su parte Félix Coluccio manifiesta que: “fueron las mujeres que frecuentaban los cuarteles, chinas cuarteleras, seguidoras hasta el fin…”. En realidad desde temprana épocas las mujeres estuvieron presente en los conflictos bélicos o en los ejércitos, no sólo por ser la esposa de los milicianos, sino cumpliendo las más disímiles tareas. Sin embargo, dicen los investigadores, el rol que desempeñaron las fortineras no tuvo parangón. Estas mujeres voluntariamente dejaron el bienestar de la ciudad o pueblo, iniciándose en una durísima vida que les resultó totalmente desconocida. En general las que fueron eran las esposas o novias de los soldados, llegando a haber también curanderas, comadronas y prostitutas. Instaladas en los fuertes se transformaron en verdaderas bestias de carga, acarreando enseres, armas, suministros, lavando ropa y a veces irrumpiendo la retaguardia de las columnas, seguidas por sus propios hijos. Asimismo algunas fueron muy hábiles en el oficio de domar un potro, bolear aves y hasta manejar un fusil. También hicieron presencia en la conmemoración de las fiestas patrias, alegrando con su figura a las tropas, igualmente en instancias piadosas o tristes, haciendo de “rezadoras” en los velorios consolando a los afligidos deudos, asistiendo a los enfermos o heridos o atendiendo a una cautiva rescatada. El cadete Prado, quien participó en la campaña a Rió Negro, nos dejó un conocido relato, en el que nos pinta minuciosamente el papel que desempeñaron estas jóvenes: “sin ellas la existencia hubiera sido imposible (…) Hasta las mismas mujeres de la tropa, previsoras como las hormigas, iban quedando con las maletas vacías, viéndose obligadas a sustituir la yerba por el tomillo, y a mezclar en la chuspa del marido el tabaco con las hojas de el algarrobo”. Además la música folclórica en sus letras refleja sus hazañas. Una zamba interpretada por Jorge Cafrune llamada “La Pasto Verde”, apodo de una fortinera llamada Carmen Flores, dice en una de sus estrofas: “brava gaucha de los fortines sureños, bella flor del jarillal, mil soldados te quisieron, pero la tierra te quiso más…”.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia