Fue en abril de 1877, en ocasión de recordarse la determinante batalla de Maipú y ante la proximidad del centenario del natalicio del Libertador, que el entonces presidente Nicolás Avellaneda, hizo pública la inteligente idea de repatriar sus restos. En el mensaje invitaba a “… mis conciudadanos desde el Plata hasta Bolivia y hasta los Andes, a reunirse en asociaciones patrióticas, recoger fondos y promover la traslación de los restos mortales de Don José de San Martín, para encerrarlos dentro de un monumento nacional, bajo la bóveda de la Catedral de Buenos Aires…”. El elocuente discurso fue el puntapié inicial para comenzar una serie de trámites llevados a cabo por una comisión consagrada a ejecutar este proyecto. Fue el 28 de mayo de 1880, cuando arribó al Río de la Plata el navío de guerra “Villarino”. La embarcación había tardado veinte días en atravesar el Atlántico, cumpliendo finalmente la repatriación de esos restos tan caros al sentir nacional. Antes de arribar al destino final, los despojos fueron desembarcados en Montevideo, donde altos dignatarios del gobierno uruguayo le rindieron pomposas distinciones. A posteriori la cañonera consumó el resto de aquel corto trayecto, a través de bizarras banderas y estruendos de cañones.

Una jornada histórica y emocionante
Aquel día de invierno una persistente lluvia azotó a Buenos Aires, sin embargo una nutrida concurrencia se conglomeró en el puerto, donde además, estaban presentes las más importantes autoridades del gobierno. Esa jornada fue declarada feriado nacional, interpretando de esta manera la emoción de nuestro pueblo y de la nación toda. Descendido el sarcófago, el discurso de recepción lo emitió nuestro comprovinciano Domingo F. Sarmiento, pronunciando palabras enfáticas y firmes. Luego de este sentido discurso se conformó un sosegado séquito que avanzó hasta llegar a la plaza homónima. Allí el presidente Avellaneda pronunció otro mensaje, junto al ministro peruano. Finalmente el cortejo completó el itinerario para llegar a la morada final, en la Catedral de Buenos Aires.

Del evento narrado expresó Ricardo Rojas: “…los últimos sobrevivientes de las campañas sanmartinianas, entre ellos el viejito general Frías y otros veteranos, asistieron a los actos públicos y cantaron, llorando, el Himno Nacional, en coro con el pueblo…”.

De este modo la estampa del héroe se elevó aún más en el plano simbólico, fortaleciendo los ritos de cultos sanmartinianos.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia