“El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura” (Miguel de Unamuno). La frase que se destacaba en un afiche, habla de la importancia de la perseverancia. Podemos tener objetivos claros, pero sin constancia será difícil concretarlos. La perseverancia es una virtud que nos acerca a nuestras metas, por la tenacidad y el empeño que ponemos en ello. Incluso, cuando las tormentas arrecian, la perseverancia nos empuja siempre hacia adelante. Es una de las cualidades requeridas para el liderazgo. La confianza y firmeza en el rumbo da seguridad al resto. Por algo dicen que la perseverancia es más timón que de remo.
La perseverancia como virtud
La perseverancia como toda virtud, requiere adiestramiento y constancia. Derivada de la virtud cardinal de la fortaleza, nos da fuerza y persistencia para soportar cosas difíciles. El miedo es el combustible de la perseverancia. Como bien dice el poeta estadounidense John Berryman: “Debemos viajar en la dirección de nuestro miedo”. Esta virtud nos permite vencer el cansancio y la tentación de renunciar. El tiempo es su aliado no su enemigo: “Sí el pescador saca la red muy pronto, no encuentra pescado que vender”. Queda claro que la principal causa del fracaso en el logro de nuestras metas, es abandonar demasiado pronto.
Existe además una relación directa entre la perseverancia y el bien, ya que lo propio de la perseverancia es persistir en el bien que buscamos sin abandonar la lucha. De allí que puede definirse como la persistencia en el logro de obras virtuosas. Siendo una virtud, no se persevera en el error ni en el mal. Por el contrario, son tenaces en la búsqueda de la verdad y del bien. De allí que en torno a la perseverancia giren como sus satélites, las virtudes de la fortaleza y de la prudencia. Perseverancia no es sinónimo de terquedad ni elección de cualquier medio para alcanzar los objetivos.
Características del perseverante
En primer lugar, aclaremos que no estamos frente a una virtud de perfil alto. La perseverancia es silenciosa, pero pertinaz. La persona perseverante puede cansarse momentáneamente, parar para adquirir nuevas fuerzas y volver a empezar. Por eso también está emparentada con la resiliencia. Es decir, con la capacidad de superar la adversidad, sobreponerse a los obstáculos y no ceder a la presión.
Esta tendencia de ir siempre hacia adelante, convierte al perseverante en una persona decidida, asertiva y con voluntad firme. Quizás lo más admirable es su capacidad de dominar sus temores y convertirlos en energía inspiradora. Por eso, son personas exigentes con ellas mismas y no pactan con la mediocridad. Ello hace que disfruten tanto de los logros, como del camino hacia ellos.
> No puedo
“No puedo” es la respuesta favorita de quien con prontitud abandona sus sueños. Viene a mi memoria unos memorables versos del poeta Edgar Guest (1881- 1959): “Nadie diga no puedo sin sonrojos. /Decirlo es motivo de vergüenza, / a diario el coraje menoscaba/ marchita las mejores ambiciones. /Desdéñalo con todo tu desprecio, /Ahuyéntalo como si un espectro fuera/ y un día cumplirás todos tus sueños”.
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo