La música y los bailes siempre formaron parte de la identidad sanjuanina. Desde la antigüedad se crearon lugares de reunión social que reunían a innumerable cantidad de personas para danzar. Esa tradición se mantuvo a través de los tiempos y es lo que se puede ver y disfrutar en los locales bailables en este siglo XXI con distintas características.

Por tal motivo nos remontamos a tiempos no muy lejano en el que hubo en nuestra provincia distintos espacios de recreación y esparcimiento social, representados por los famosos y populares locales bailables. El auge de estos bailes sociales marcó toda una época en San Juan y sus recuerdos aún subsisten en la memoria colectiva de los mayores. Su origen se remonta a apartados años de nuestra historia, aunque hubo en nuestro ámbito local, un periodo que se puede catalogar como el lapso de oro de su existencia. Este tiempo, visto desde un contexto amplio, arrancó aproximadamente en 1946, en coincidencia con la bonanza económica argentina, es decir con la implementación del llamado “estado benefactor” y se prolongó, con algunos altibajos, hasta alrededor de 1990. Asimismo concuerda con el apogeo de las fiestas carnestolendas y la no intromisión de la televisión en la vida privada. Estos sitios poseyeron en nuestro ámbito, una serie de rasgos distintivos. Dichas particularidades estuvieron dadas por la existencia de lugares de esparcimiento a los que asistieron determinados grupos sociales, los cuales percibían a si mismo su propia identidad. Si nos referimos a los grupos a los que podemos llamar criollos, es decir aquellos de lejana ascendencia española, advertimos que ellos acudían a fijados sitios convocantes. En este sentido hubo toda una gamma de locales recreativos, algunos de ellos con estatuto de clubes, que marcaron toda una época en la noche sanjuanina. En general estuvieron emplazados en departamentos populosos como Rawson o Chimbas. Existieron sitios muy célebres, como aquel sonado “Salón Familiar el Ensueño”, el popular “Cabu”, o el “Salón Madreselva”, sitios a los que concurrían numerosas barras populares y hacían del baile auténticos ritos de exhibición. En general la música danzada era producida por solistas o conjuntos nacionales, muy rítmicos y contagiosos, predominando los cuartetos y algunas piezas arrabaleras. Otro grupo representativo estuvo constituido por los “gringos”, es decir aquellos de cercana cuna española. Este conjunto social también frecuentaba locales bailables específicos, esparcidos en varios departamentos. Entre ellos podemos mencionar los bailes organizados por la “Colonia Richet Zapata”, en Santa Lucía, o la afamada “Biblioteca Cervantes”, en Rawson. A estos sitios solía asistir la colectividad española en pleno y los movidos “pasodobles” constituyeron en varias ocasiones el mecanismo de soporte social, que permitió acentuar vínculos entre distintas familias, que remataban en el “armado” de numerosos noviazgos. Con el paso del tiempo estas arraigadas costumbres sanjuaninas fueron perdiendo vigencia, quizá por el auge que tomaron otros sitios, tales como los llamados “boliches o boites”, más tarde los “pubs” y otros espacios similares.

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia