Una Argentina auto percibida solidaria asiste a una movilización por una causa impulsada ya por Moreno, Alberdi, Sarmiento, Avellaneda y Roca dos siglos antes. Hoy el salario propio es entronado por una nueva religión.
Un aumento de sueldos en universidades públicas cada vez más ideologizadas, por encima de las posibilidades del país a lo que dé, sin importar las consecuencias ajenas; nos devuelve como espejo el rostro de los valores que tenemos como sociedad.
Sin empatías con una mitad de compatriotas pobres e indigentes, esos que usan los Grabois de la vida, junto a otros que perteneciendo a un partido que arrancó para ser causa de los que menos tienen, ambos, útiles a un kirchno-peronismo que pretende volver a lo que sea; marcan la agenda mediática nacional.
La falacia ad Populum no es advertida por universitarios que deberían enseñar a sus alumnos en que consiste. No porque muchos compran el argumento que un aumento de sueldos resuelve los problemas de educación en el país, que los hijos de los pobres de ese modo accederán a la universidad, y que derivando un 88% de su presupuesto a salarios: accesos y calidades estarán aseguradas. Son argumentos falsos que hacen equívocada la conclusión.
De ser así las universidades españolas deberían ser un desastre porque asignan sólo un 68% para gastos académicos y administrativos, al igual que Alemania, Inglaterra y Dinamarca donde sus financiamientos rondan entre un 50% y el 65%. Imagínense lo atrasadas que están por no imitarnos.
Prohibido pensar, era la consigna en la Universidad tomista a principios del siglo pasado. El mantener principios de una Reforma Universitaria 105 años después, muestra una marcada incapacidad para interpretar profundos cambios marcados por la evolución tecnológica y social. Una falta de liderazgos políticos para concretarlos.
Una marcha inoportuna
Las universidades argentinas se convirtieron en enormes cajas políticas. Se expulsó a la Academia de su conducción. Hoy estudiantes, no docentes y profesores militantes se exhiben en campañas electorales patéticas, y según su resultado, las agrupaciones políticas festejan como un alcance de objetivo central: Manejar un Centro de estudiantes o la Universidad. La calidad educativa está en el subsuelo del debate y de toda consideración.
No está en juego la educación pública ni mucho menos el país, sólo basta ver los que apoyan la marcha desde afuera para comprobarlo. Ninguna mención a la escuela pública inicial, primaria y secundaria como cuestión prioritaria. No hay marchas para pedir que se resuelva ya los padecimientos de hambre de nuestros niños, a pesar que saben bien que esos chicos no tendrán chances, nunca, de acceder a una universidad.
Una marcha tan inoportuna como insolidaria me dan razones para poder escribir unas pocas líneas. Tampoco veo que se informa al resto de los jubilados, que su colega universitario cobra un 82% del salario de cuando estaba en actividad. Para unos sí, para otros no.
Hoy ni pobres ni indigentes parecen ser nuestro problema, tampoco los niños en grado desesperante de vulnerabilidad. La ética de los más instruidos nos quiere hacer creer que la prioridad es un aumento de sueldos para todos y todas, sin ninguna otra consideración.
Por el Ing. Mario Osvaldo Capello
Diputado Nacional m.c. UCR