El evangelio que leemos este domingo en las comunidades cristianas es Marcos 6:7-13: “Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: “Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.” Y les dijo: “Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos. “Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”.

En el evangelio de la semana pasada Jesús había ido a su tierra natal y se encuentra que la gente de su mismo pueblo no creía que era verdaderamente el Mesías. Ante este fracaso no se desalienta sino sigue adelante. Ahora el cuadro bíblico es misionero. Jesús convoca a los 12 apóstoles y los envía anunciar el Reino de Dios.

Aquí hay un escalón importante en la vida de los 12: “Jesús los envía concretamente a la misión”. Desde el primer momento del llamado de los 12 Jesús les deja claro el objetivo: “ser pescadores de hombres” (Mc 1:17), “enviarlos a predicar con el poder de expulsar los demonios” (3,14b-15).

El termino apóstol significa “enviados”, “despachados”, “despedidos”. El número 12 evoca a los 12 patriarcas de Israel constituyendo el nuevo pueblo de la Alianza. Jesús arma los equipos misioneros: los envía de 2 en 2. El envío llevado a cabo por parejas responde a la praxis de la misión de conferir a la palabra proclamada el peso de 2 testigos. El ser 2 responde a una ayuda recíproca en la actividad de llevar la predicación. Esto responde al derecho judío del testimonio. Jesús les da el poder de expulsar a los “espíritus impuros” (v. 7), la actitud exorcista de enfrentar el mal y erradicarlo con el poder de Jesús. Tarea que tiene todo cristiano en el mundo: instaurar el bien de Jesús para que los hombres se salven.

Les da instrucciones para la misión, no le da un listado de cosas a tener en cuenta, se concentra sólo en 2 cosas esenciales: la indumentaria (donde ponemos la seguridad) y la reacción que se debe tener frente al éxito o fracaso de la misión (acogida o rechazo en el fracaso). Jesús pronuncia las instrucciones no como simples sugerencias sino como mandatos: “Les ordenó…” (6,8ª). Jesús habla con la autoridad propia de un enviado de Dios. Los apóstoles están en el camino, propio del predicador, no estar sentados, sino siempre de pie. Llevar a Jesús es vivir en este dinamismo peregrino.

Explica que el equipamiento para la misión es “no llevar nada para el camino”, es decir, despojado. Les da 3 prohibiciones: “no llevar pan”: indicando una actitud de ayuno; “no llevar alforja”: para no llevar provisiones, dejar que la providencia de Dios asista el viajero cristiano; “no llevar dinero en los cintos”: era un fajón de tela donde además de ajustar el vestido se llevaba el dinero. Estas 3 propuestas de Jesús señalan la actitud mendiga del misionero. Además ser despojados en la vestimenta: “No llevar 2 túnicas sino una”. Se usaban 3 prendas: la túnica, la bata y el manto. Una túnica indica la sobriedad del caminante misionero.

Jesús le señala que sólo 2 cosas pueden llevar: un bastón, tenía múltiples usos, el más común era defenderse de la agresión de los animales; y llevar sandalias: para andar sobre los espinosos y pedregosos caminos de misión, además hacer más rápida y ágil la misión.

Jesús les señala la actitud de la recepción del mensaje: quedarse a compartir en la casa donde sean bien recibidos y sacudir el polvo de los pies si no los reciben: este gesto lo hacían los judíos cuando regresaban de tierras paganas. No escuchar al misionero es equiparar a quien no quiere recibir a Dios a los paganos e impuros.

Toda la Iglesia está llamada a la misión por vocación: ser discípulos es ser misioneros. Francisco dice: aunque seamos una Iglesia accidentada, salgamos a predicar.

Por el Pbro. Fabricio Pons