En artículos anteriores decíamos que la educación afectivo-sexual es una “educación para el amor”. Vimos la diferencia existente entre el enamoramiento y el amor verdadero, a fin de brindar a los adolescentes una educación afectiva y sexual integral, que contenga información y formación, basada en la naturaleza bio-psico-social-espiritual del ser humano, según una visión personalista. La sexualidad, como instrumento para el amor, se educa: hay que “aprender a amar” para “saber” amar.
Una “educación para el amor” que implica ciertamente información, conocimientos y saberes, pero enriquecidos con los valores, virtudes y actitudes que permiten a los niños y adolescentes el desarrollo adecuado de competencias y habilidades que promueven para la vida amorosa, a fin de crecer como personas sanas, responsables y felices.
Etapa problemática
La adolescencia es una etapa particularmente problemática para la familia porque se producen grandes cambios en todos los integrantes del núcleo familiar y en la relación de éstos con el exterior. El adolescente sufre o “adolece” una gran crisis de crecimiento: dejar de ser niño para transformarse en adulto.
Por un lado, por acción de las hormonas sexuales que aumentan bruscamente, cambia físicamente con rapidez, su cuerpo se “desarrolla” y aparecen los caracteres sexuales secundarios bien definidos que lo aproximan cada vez más al mundo adulto.
Por otro lado, hay grandes cambios emocionales: abandona la imagen idealizada de los padres que tenía antes; adquiere un mayor grado de autonomía y libertad en lo emocional y mental; una gran relación con sus pares, “abandonando” a sus padres y formando su nuevo “grupo”, que pasa a ser primordial en la vida del adolescente; incrementa el espacio geográfico donde se mueve, etc.
Todo esto genera cierta rebeldía y autonomía, por lo que el adolescente se torna un ser difícil de comprender y manejar por parte de los padres, la familia y la sociedad en general.
Importancia del amor comprensión y límtes
A pesar de ello, para el adolescente es importante el amor, la comprensión y la presencia de límites firmes por parte de sus padres porque en su inseguridad, lo hacen sentir seguro y amado incondicionalmente. Pero esos límites tienen que tener la posibilidad de renegociarse de acuerdo al crecimiento de los hijos, otorgando espacio para ello, teniendo la posibilidad de recurrir a sus padres cuando los necesiten.
Por el contrario, la ausencia de límites hace que el adolescente se sienta solo, abandonado, desamparado y da lugar a que aparezcan conductas de riesgo con el propósito de captar la atención de sus padres. Podemos señalar los siguientes retos en esta etapa: dificultad de los padres para poner límites adecuados al volverse “compinches” de sus hijos; dificultad para aceptar el crecimiento y desarrollo del hijo y permitir la salida (desprendimiento) del seno familiar, manteniendo una actitud controladora de la niñez, que busque retardar la independencia del joven, generando tensiones y discusiones; apresurar el proceso de separación de los hijos para que trabajen y se desliguen de la familia; aceptar el paso del tiempo como la evolución natural del ciclo de la vida.
Por Ricardo Sánchez Recio
Lic. en Bioquímica, Profesor en Química