Paré el trote esa mañana de helado sábado de un invierno que siempre nos castiga. La escena junto a un muro del museo me impactó. Les dije dos o tres cositas de esas que se dicen a los animales, y me parece que de algún modo la pequeña perrita y su cachorrito las entendieron, porque me miraron con extraña ternura y ambos movieron sus colitas.

Y seguí, pensando afiebradamente de qué modo iba a encausar la posibilidad de su adopción. En la retina (y fundamentalmente allí donde es posible que se aloje el alma) llevé por varias cuadras la imagen de la pequeña perrita callejera dormitando bajo la helada.

Pero hay gente que se juega en gestos de ternura: la madre y el cachorrito vestían un confortable chaleco de gruesa lana. Alguien los habría abandonado; pero también alguien había mitigado con creces la crueldad del descubierto abandono.

El amor nos enaltece, nos hace más humanos.

Hace un tiempo, frente a la esquina del club de tenis, junto a un pequeño muro del túnel del trencito, había también en el parque una pequeña madre evidentemente abandonada con varios cachorritos. Alguien que seguramente no podía llevarlos a su casa ni tenía otra solución para ellos, les había construido una confortable casa con varias cajas de cartón tapadas con un plástico; les había dejado un comedero con alimento y agua en su improvisada puertita y allí la madre, fiel a su amor, custodiaba su hogar. Yo no podía llevarlos. Esa noche llovió a cántaros, pero estaban protegidos porque la guarida había sido construida en un alto del terreno. Los animales estuvieron allí unos días. Posiblemente alguien se encargó luego de conseguirles un hogar, porque no los volví a ver y es costumbre de la gente no ignorar estas tragedias que suelen poblar nuestro parque.

Uno advierte que, paulatinamente, quizá por un desarrollo social de los sentimientos, o por la soledad que profundizan las ciudades, o simplemente por lealtad con quienes son cada vez más sus compañeros en la vida, la gente se refugia y reconoce en actos de amor hacia los animales. Felizmente, cada vez se escucha menos aquello de tener un perro sólo como guardián; o conseguir un gato para que corra los ratones. Los animales integran hoy nuestra vida familiar y nuestras cosas a partir de una extensión del amor. Una de las profesiones que más ha crecido en los últimos años es la del veterinario, en cuyo contexto hoy se habla de clínica de animales, ecografías, peluqueros, bioquímicos, estrés, sentimientos, lenguaje de los animales y sus anticipaciones a algunos hechos.

Más allá de la violencia, las guerras y las injusticias, si hay algo que puede interpretarse como progreso de la humanidad, es esta predisposición a mostrarse más humanos, aunque sea en pequeños gestos de ternura.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete