Tras el triunfo de las presidenciales de Mauricio Macri en 2015, en la Argentina comienza a producirse un hecho histórico que muy pocos analistas pudieron ver y se ratifica cuando Macri, siendo el primer presidente “no peronista”, en culminar su mandato; ese acontecimiento que pasa desapercibido para muchos es lo que se conoce como “bisagra histórica”.
El concepto de bisagra de la historia (hinge of history en inglés) captura la idea de que vivimos en un momento clave para nuestro planeta y nuestra especie. El filósofo Derek Parfit acuñó el término en su libro de 2011 Acerca de lo que importa (On What Matters), en el que escribió: “Vivimos en el momento bisagra de la historia. Dados los descubrimientos científicos y tecnológicos de los últimos dos siglos, el mundo nunca ha cambiado tan rápido. Puede que pronto tengamos mayores poderes para transformar, no solo nuestro entorno, sino a nosotros mismos y nuestros sucesores”.
Si aplicamos esta misma definición y concepto a la historia de nuestra Nación, nos damos cuenta que en nuestra sociedad se produjo un quiebre, producto del cansancio, hartazgo y sobre todo repulsión social hacia la dirigencia y todo lo que incluye el término “Peronista”.
La ciudadanía que muchas veces votó mayoritariamente esa idea de “Justicia Social” (apropiada por el peronismo), dijo basta y lo que es peor, hoy a muchos jóvenes se los escucha decir: “peronismo, nunca más”, emulando aquella histórica frase “Nunca más”, frase que pronunció el fiscal Julio César Strassera, en su alegato final del Juicio a las Juntas, el 9 de diciembre de 1985. El fiscal se dirigió a los jueces con la frase “Señores jueces, nunca más”, para referirse a los golpes militares, la tortura, la desaparición de personas y la muerte como forma de actividad política.
Juan Domingo Perón falleció el 1 de julio de 1974. Lo que resultó posterior a ese hecho fue una puja de poder y una metamorfosis ideológica para ver quién se quedaba con la conducción de ese movimiento convertido en “Partido Justicialista”.
La historia y sus enseñanzas
Si hay algo que la historia nos enseña es que los grandes movimientos de masas, guiados por líderes de gran carisma, se diluyen o finalizan tras la muerte de estos dirigentes. Tranquilamente podemos sostener que esto le sucedió a aquel gran movimiento nacional, llamado peronismo.
El peronismo significó un quiebre en la vida social, política y económica. Los trabajadores adquirieron derechos sociales y ocuparon el centro de la escena. Pero, además, el peronismo se presentó a sí mismo como un hito de la historia del país sólo comparable a la revolución de la independencia, que nació a mediados de la década del cuarenta del siglo pasado y que con la muerte del General, Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1974, se murió también el peronismo, lo que posterior a ese hecho resulta es una puja de poder y una metamorfosis ideológica para ver quién se quedaba con la conducción de ese movimiento convertido en “Partido Justicialista”.
Esas luchas que se convirtieron en una puja armada, entre la izquierda y derecha peronista, más allá del baño de sangre que produjo (bajo un régimen democrático), nos terminó llevando al golpe militar de Marzo de 1976.
Desde aquel 10 de diciembre de 1983, en nombre del peronismo, gobernaron Carlos Saúl Menem (entre 1989 y 1999), Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde (entre 2001 y 2003), Néstor Carlos Kirchner y Cristina Fernández (desde 2003 hasta el 2015) y Alberto Fernández (desde 2019 hasta 2023).
Pujas constantes de poder
La democracia recuperada ha sido gobernada en nombre del peronismo durante más de 28 años. En su nombre, el menemismo fue privatista y el kirchnerismo fue estatista. Tras la recuperación de la democracia en 1983 el 70% del tiempo gobernaron el País y en nombre de la “Justicia Social”. De aquella Argentina peronista, donde los únicos privilegiados eran los niños, hoy el país con récord histórico de desnutrición y pobreza infantil; y una magra jubilación de millones de aportantes que vieron como sus ahorros (aportes) eran distribuidos con el nombre “Jubilación” a millones que no aportaron y que ahora mendigan subsistencia.
El relato peronista, de un movimiento que murió con su líder, terminó como la araña “Viuda Negra”, “Consumida por su propio veneno”, siendo en este caso una ambición desmedida de sus dirigentes en pujas constantes de poder y atosigados de estatismo y corrupción.
Ahora ya no hay dictadura militar u otro partido político a quien echarle las culpas de la degradación. Hoy la dirigencia del peronismo “no resisten un archivo”.
Por Jorge Reinoso Rivera
Periodista