Si bien no es una necesidad personal el recuerdo, si lo es cuando alguien dejó una huella en una comunidad; rendir tributo a quien nos dio instantes de felicidad o reflexión.

Conocí al periodista Hugo Rodríguez, por aquellos años de la querida Radio Colón que ostentaba la gloria de ser una de las más prestigiosas emisoras del país. La de don José L. Rocha, Lucho, Los Chiallela, Ricardo Berger, el negro Romero, Donaire y su troupe, Quito Bustelo, Alberto Vallejos, Sarita Valle, el “negro’ Vallejos, el chiquito Sarmiento en la consola, y tantas glorias musitadas desde aquel aparatito con perillas y dial de hilo.

Hugo lideraba una organización deportiva que trascendió a la consideración de aquel país que también buscaba su destino en las gestas. Sé que nos quería Hugo; siempre nos distinguió en el arte. Eran aquellos dorados días del fútbol local que llenaba estadios, y del fútbol nacional que consagraba al Sportivo Desamparados de Méndez de Socio o el San Martín del “viejo” Rodríguez Nieto.

Tiempos de radio
En aquel sótano con lumbre propia de la Colón que copaba la parada por calle Mendoza casi Rivadavia, hicimos una de nuestras primeras armas en un ciclo de varios meses con público y hasta un club de fans que se formó en el programa mañanero de Lucho Román. Entonces nos contactamos con Hugo y sus muchachos, una “patota” refrescante de gente talentosa y creadora, que ya referentes en transmisiones deportivas, a la par de la de Radio Sarmiento, del maestro Néstor Antonio Gahona a quien acompañó un extraordinario relator deportivo, Jorge Germán Ruiz.

Igual que anteriormente en Sarmiento, fueron en Colón muy generosos con nosotros; llegar a la radio y sentirse contenido, disfrutar las bromas del amigo inseparable de Hugo, el carismático Néstor Páez, referente en el relato deportivo, y muchos otros como Vega Mestre o Poblete Barrios. Luego Hugo pasó con su grupo de profesionales del deporte a radio La Voz.

Eterno recuerdo
Cuando lo arrebató el silencio definitivo, quedaron lágrimas balanceándose en el dial. Una estela de buena lumbre dejó este hombre, una caricia de calle en carne viva y humanidad de frente. Creo que no le era suficiente describir el encuentro deportivo desde la orilla de la cancha; se metía en ella con todas sus pasiones; se comprometía cardinalmente con lo que veía.

Se es auténtico o no se es nada, cueste lo que cueste. Ser uno mismo. Se puede asumir los mil rostros de las circunstancias, los mil repliegues de las cosas, las opiniones que pueden rodearlas en pro de no quedar mal con nadie, pero a la vez quedar mal con todos, fundamentalmente con nuestra conciencia, esa espada que tiene el deber moral de no dejar dormir a los impostores.

Querido Hugo: tu voz comprometida y provinciana no podrá callar. Y no lo digo porque te eternizarán los muchos registros que habrá de ella, sino porque te alumbrará el reservorio inapelable de los recuerdos, amigo insobornable de las cosas y los silencios forzosos. ¡Quien nos va a quitar del alma la memoria y las nostalgias de lo que valió la pena!

Por Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete