En la asistencia al enfermo hay un encuentro, no sólo compasión, ayuda; hay empatía. Se comparte la situación, se le ayuda a encontrarse a sí mismo, a buscar su identidad. La identidad propia es un tema que alguna vez aparece, aún en un tiempo convulsionado, con vértigo, dispersión, sin saber quién es o dónde se dirige.
La pregunta por el sentido de la vida aunque se eluda a veces, puede aparecer, incluso con angustia y tomarnos desprevenidos. Para que eso no ocurra podemos pensar en nuestra identidad y ayudar al enfermo a que lo haga.
Se trata de ayudar a encontrar el sentido de la vida. Se recurre a la Filosofía, a la espiritualidad.
La recuperación de la estabilidad psíquica es importante, pero no agota las posibilidades de ese abordaje…
Se entiende la psicoterapia desde consideraciones espirituales, se trata de encontrar lo humano, el núcleo de su ser.
Víctor Frankl en “Elementos del análisis existencial y de la logoterapia”, menciona el valor actitudinal; el modo de conducirse en la existencia; cómo actuar ante los valores experienciales referidos al modo de encontrarse con los otros, en la amistad, el amor, lo vivido; y ante los valores creativos vinculados a la capacidad de trabajar y referidos al éxito o fracaso.
Encontrarse a sí mismo
El paciente, puede encontrar el sentido del sufrimiento aceptándolo, pensando en el otro. Sufrir con sentido lleva al hombre a encontrarse a sí mismo, puede descubrir actitudes propias, incluso no plenamente conscientes antes.
Frente al destino hay una actitud adecuada en el arrepentimiento, el perdón, la reparación; una acción buena puede ayudar al reencuentro y a la reparación.
Eso puede utilizarse con sanos y enfermos, se puede configurar una terapia que incluya el sentido de lo humano, entender que la persona es irrepetible, su valor permanece, se proyecta al futuro.
La presencia llena un vacío, tiene valor por lo que es, por lo que hizo y lo que haga ahora; por el consejo, la amistad.
El paciente, puede encontrar el sentido del sufrimiento aceptándolo, pensando en el otro. Sufrir con sentido ayuda al hombre a encontrarse a sí mismo, puede descubrir actitudes propias, incluso no plenamente conscientes antes.
El sufrimiento hace transparente al enfermo, los otros pueden ver en sus actitudes facetas que no le conocían; en una mirada se puede mostrar a sí mismo. Puede crecer espiritualmente y corregir si hubiera resentimiento.
Puede verse a sí mismo y descubrir mejor al otro adoptando una actitud favorable.
Dimensión religiosa
La condición de enfermo lo ubica en un tiempo de espera. Esperar es propio de la existencia, en la enfermedad se espera la recuperación.
Hay un recurso a la Filosofía antropológica, que iluminada por la fe, puede encontrar pautas desde las cuales se puede entender la condición humana, y acompañar al otro con empatía, compartiendo su situación. Se puede ayudar a esperar y en una situación inevitable buscar significado en la fe, en la presencia de Dios.
La fe acepta, ve cosas más allá de la razón, pero hay un sentido que más allá de la razón humana, está en Dios.
El dolor está en esa dimensión, que Frankl llama “supersentido”, en última instancia la realización de sentido se encuentra con la finitud de la existencia humana. Hay un más allá y ahí un supersentido. La última explicación aparece a la fe en Dios.
“Solo desde el supermundo, el sufrimiento humano recibe su última dotación de sentido, recibe aquel supersentido que va más allá de toda capacidad humana de entender.” V .Frankl, op sit, p.149.
Para acompañar al enfermo, en el nivel de la fe, se tiene el recurso a la dimensión que está más allá de la racionalidad humana, la gracia de Dios.
Por Manuel Castillo
Profesor