El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo el martes que está preocupado por la reciente debilidad de la moneda del país, añadiendo que “algo” hay que hacer para enfrentar lo que llamó “especulación”.
Lula no detalló qué medidas podrían tomarse para apoyar al real brasileño, que se ha debilitado más de un 16% frente al dólar estadounidense en lo que va de año y actualmente cotiza a su nivel más bajo desde enero de 2022.
“Obviamente me preocupa, son especulaciones. He estado hablando con la gente para ver qué vamos a hacer”, dijo Lula a una radio local. “Tenemos que hacer algo, pero no puedo decir qué, o estaría advirtiendo a mis oponentes”. Los operadores han vinculado los recientes movimientos de las divisas a un dólar más fuerte a nivel mundial y a las preocupaciones fiscales locales, ya que el mercado tiene dudas sobre la capacidad del gobierno brasileño para cumplir su objetivo de eliminar su déficit primario este año.
El martes, Lula volvió a decir que el Gobierno no puede gastar más de lo que tiene y prometió recortar gastos si es necesario.
El equipo económico de Lula ha estado trabajando en medidas para reducir el gasto en medio de la creciente presión para equilibrar las cuentas públicas, aunque el líder izquierdista ha subrayado que no se recortarán los beneficios para los pobres.
En su última crítica al jefe del Banco Central, Roberto Campos Neto, un enfrentamiento público que muchos citan como una de las razones de la debilidad del real, Lula dijo que la autoridad monetaria brasileña no puede ser dirigida por alguien con sesgo político.
Lula y sus aliados han visto durante mucho tiempo a Campos Neto como un rival político, argumentando que fue nombrado por el expresidente de extrema derecha Jair Bolsonaro y culpándolo por las altas tasas de interés en el país.
El mandato de Campos Neto termina a finales de este año y Lula nombrará a su sucesor.
> Inflación en la eurozona
La inflación de la zona euro disminuyó el mes pasado, pero el componente crucial de los servicios se mantuvo obstinadamente alto, lo que probablemente alimentó la preocupación entre algunos dirigentes monetarios del Banco Central Europeo de que las presiones internas sobre los precios puedan mantenerse en niveles elevados. La inflación al consumo en los 20 países que comparten el euro se ralentizó hasta el 2,5% en junio, desde el 2,6% del mes anterior, en línea con las expectativas de una encuesta entre economistas, al moderarse el aumento de los costes de la energía y los alimentos no procesados. Aunque el BCE lleva tiempo pronosticando que la inflación se mantendrá a ambos lados de este nivel durante el resto del año, los economistas están analizando las tendencias subyacentes de los precios para calibrar si el BCE puede efectivamente reducir la inflación hasta su objetivo del 2% el año próximo. La inflación subyacente se mantuvo estable en el 2,9%, por encima de las expectativas del 2,8%, debido sobre todo a la continua subida del 4,1% de los precios de los servicios. Es poco probable que las cifras aclaren al BCE hacia dónde se dirigen los precios, y la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ya ha dicho que se necesita más tiempo para estar seguros, por lo que no debería haber prisa por relajar más la política monetaria. Mientras que los precios de los bienes se han moderado durante gran parte de este año y la inflación de la energía también ha caído, los servicios se han mostrado inflexibles, un fenómeno que ha dividido a los responsables de política monetaria del BCE.
Algunos sostienen que la evolución de los servicios simplemente sigue con retraso a la de otros componentes y que se avecina una moderación, a la que también contribuirá un repunte económico que debería mejorar la competitividad.
Por Eduardo Simoes y Luana María Benedito
Agencia Reuters