Hoy discutimos, y tal vez con justa razón, si Cristina Fernández de Kirchner merece o no el privilegio de percibir una jubilación por haber ejercido el cargo de presidente y una pensión de su esposo Néstor Kirchner que también fue presidente de nuestra Nación. La historia de esta pensión no contributiva, hoy llamada “jubilación de privilegio”, se remonta a comienzos de la década de 1930 del siglo pasado y nos lleva a un hecho digno de recordar y con profunda admiración de saber que hubo dirigentes políticos que se entregaban de lleno para que su Argentina salga adelante. Uno de ellos fue Elpidio González.

> Quién fue Elpidio González
Elpidio González nació en Rosario, Santa Fe el 1 de agosto de 1875, fue amigo personal y parte del grupo más cercano a Hipólito Yrigoyen. El 2 de abril de 1916 fue electo Diputado Nacional por la provincia de Córdoba cargo que ejerció solo hasta el 12 de octubre de ese año cuando renunció, a pedido de su amigo Hipólito Yrigoyen, para ejercer como ministro de Guerra de la Nación (1916-1918) y posteriormente Jefe de Policía de la ciudad de Buenos Aires (1918-1921).

Fue electo en representación de la Unión Cívica Radical como Vicepresidente de la Nación (1922-1928) acompañando al presidente Marcelo T. de Alvear.

Durante la segunda presidencia de Yrigoyen, se desempeñó como ministro del Interior (1928-1930) y también entre el 2 y el 6 de septiembre de 1930 como ministro de Guerra tras la renuncia de Luis Dellepiane. También fue electo en dos oportunidades como Diputado de la provincia de Córdoba (1912-1916 y 1916-1920) y elector provincial en 1916. Fue candidato a Gobernador de la provincia de Córdoba en 1912 y presidente del Comité Nacional de la UCR en 1921.

Tras el golpe de estado de 1930, estuvo detenido en el mismo barco con Yrigoyen y trasladado a la Penitenciaría Nacional en la isla Martín García.

Elpidio González

> Volver a vendedor ambulante
Cuando quedó libre, volvió a su viejo oficio de vendedor ambulante de anilinas, tinturas, pomadas y cordones de zapatos. Era un trabajador más en la histórica fabrica “Colibrí”. También regresó a su vieja morada en la Avenida de Mayo. Aquella pensión donde había vivido de joven, ya que le habían ejecutado la hipoteca que pesaba sobre su casa.

Al llegar a la vicepresidencia declaró un patrimonio de 350.000 pesos de esos años y tras el golpe de estado contra Yrigoyen, ocho años más tarde, debió pagar deudas por 65.000 pesos con el remate de su casa. En sus últimos años se ganaba la vida trabajaba como vendedor callejero de ballenitas, anilinas y pomadas para zapatos y rechazó en reiteradas oportunidades dinero argumentando que: “mientras pudiera trabajar no aceptaría ayuda de la República”.

González estaba viviendo en una modesta pensión, viajando en tranvía. Se enojaba cuando al ser reconocido no le querían cobrar el boleto, o siendo vendedor ambulante en trenes, tuvo que pedir al propietario de la pieza donde dormía unos días de gracia para poder pagar el alquiler atrasado.

“Confío en que, Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República, por cuya grandeza he luchado y que, si alguna vez, he recogido amarguras y sinsabores me siento recompensado con crecer por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de mi Patria.” (Elpidio González, ex funcionario).

> Un hombre con profundo amor a su Patria Argentina
La noticia de su situación recorrió Buenos Aires, llegando los comentarios de su crítica situación hasta el presidente Agustín P. Justo. Enterado Justo de la contingencia, envió a su secretario personal, para entregarle un sobre cerrado a quien fuera vicepresidente.

“De parte del presidente Justo le dejo este sobre. Le trasmito además el saludo del señor presidente”. Eran unos cuantos miles de pesos y el ofrecimiento de un empleo en el estado.

González reaccionó molesto en su dignidad. “Por más buena voluntad que existiera, nunca aceptaría esta dádiva. Dígale, gracias. Pero que no me ofenda el señor presidente. Mientras tenga dos manos para trabajar, no necesitaré limosnas”.

Posteriormente le escribe una carta al Presidente Justo cuyo final decía: “Confío en que, Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República por cuya grandeza he luchado y que, si alguna vez, he recogido amarguras y sinsabores me siento recompensado con crecer por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de mi Patria. Saludo al Señor presidente”.

Otro presidente renunció a ese privilegio y fue Arturo Illia y años más tarde otro presidente decidió donar la mitad de su jubilación presidencial a las escuelas de su ciudad natal, Chascomús, se llamó Raúl Alfonsín. El común denominador de estos grandes hombres es que pertenecían a la Unión Cívica Radical.

Por Jorge Reinoso Rivera
Periodista