México, Brasil y Colombia pagarán un alto precio por sus posturas vacilantes sobre el grotesco fraude electoral del 28 de julio en Venezuela: a falta de una mayor presión internacional sobre la dictadura de Nicolás Maduro, probablemente se producirá un nuevo éxodo masivo de venezolanos a todo el continente. Más de 7.7 millones de venezolanos ya han salido del país desde que Maduro tomó el poder en 2013.

Una encuesta reciente de Consultores ORC en Venezuela mostró que el 18% de los adultos venezolanos, o más de 4 millones de personas, dijeron que considerarían irse si Maduro permanece en el poder.

Otra encuesta realizada en abril por Meganálisis había situado la cifra de potenciales migrantes en un asombroso 44.6% de los 25 millones de adultos de Venezuela.

Eso equivale a más de 11 millones de personas. Vergonzosamente, México, Brasil y Colombia no apoyaron una propuesta de resolución en la Organización de Estados Americanos (OEA) para pedirle a Maduro que muestre las actas de votación, tal como lo requiere la ley venezolana. Maduro, citando cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE) que él controla, aduce haber ganado las elecciones con un 51% de los votos, pero se ha negado a mostrar las actas de la votación.

Las copias de las actas publicadas por la oposición, así como las encuestas de boca de urna, muestran que el candidato opositor Edmundo González Urrutia ganó con un 67% del voto, contra un 30% de Maduro.

La propuesta de resolución ante la OEA sólo fue respaldada por 17 países, uno menos de los necesarios para aprobarla. México, Brasil y Colombia luego sacaron una declaración conjunta, más blandengue, pidiendo que Maduro de a conocer las actas.

Estados Unidos, Argentina, y otros países apoyaron el proyecto de resolución. A menos que haya una clara presión externa sobre Maduro, los venezolanos perderán las esperanzas, y comenzará una nueva ola migratoria.

Los primeros en irse serán los jóvenes, que ya no ven ningún futuro para ellos. Después de todo, muchos exiliados sacarán de Venezuela a sus padres y abuelos, por temor de que no consigan medicamentos esenciales en medio de un nuevo ciclo de violencia y crisis económica.

A Maduro, sin embargo, no le será fácil sobrevivir en el poder. Jhon Magdaleno, profesor de la Universidad UCAB de Venezuela, me dijo que ha contado al menos 11 casos en las últimas décadas en que autócratas se vieron obligados a renunciar después de tratar de robarse elecciones. Entre ellos están los casos del serbio Slobodan Milosevic en 2000 y el boliviano Evo Morales en 2019.

El presidente Joe Biden, para su crédito, llamó al presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, y lo convenció de que pidiera a Maduro publicar las actas. Y el jueves, el secretario de Estado Antony Blinken dio un paso importante al declarar que hay “evidencias abrumadoras” de que González Urrutia ganó las elecciones. Pero Biden debería hacer más. Debería elevar el perfil de la crisis de Venezuela hablando personalmente del tema con los presidente sudamericanos, en lugar de dejar esa labor a sus subordinados.

Biden puede construir una gran coalición diplomática internacional para aplicar sanciones a Rusia por su invasión a Ucrania, y podría hacer algo parecido para respaldar la democracia en Venezuela.

A falta de esa presión, habrá una nueva ola migratoria de venezolanos que empeorará esta crisis humanitaria y económica en todo el continente.

Por Andrés Oppenheimer 
Columnista del Miami Herald