Fue en el año 1904, cuando el Poder Ejecutivo de nuestra provincia, solicitó al Dr. Segundino Navarro la composición de un canción dedicada al Maestro de América, de esta manera nació nuestro enraizado Himno a Sarmiento, esa melodía que en el transcurso del tiempo, se transformó en un autentico icono de la música patria sanjuanina.

Largo sería reseñar la brillante trayectoria pública de su autor, suficiente con decir que fue un comprovinciano de grandes virtudes y servicios y que más allá de su méritos profesionales, fue un autentico poeta, un hombre de una sensibilidad única. Además del vínculo familiar que tuvo con Sarmiento -fue su sobrino nieto- Navarro conocía como pocos su obra y su ideario. No es casual que cuando repatriaron sus restos de Asunción, Navarro se destacó por su alegórico discurso, en nombre del pueblo sanjuanino. Entonces nadie mejor que él para escribir la célebre melodía.

En relación a ella, dicen los historiadores que hay un carta, escrita por Sarmiento a Navarro dos años antes de su muerte, donde le expone claramente sus ideas políticas y sociales, y además se autodefine con el enunciado de “combatiente irreducible”, frase que posiblemente haya sido como una especie de disparador o de inspiración, para escribir la primera estrofa del famoso himno: “Fue su vida una lucha incesante, contra todo poder que avasalla…”.

Inmediatamente de haber concluido con su composición, el himno fue adoptado por todas las escuelas de la provincia, y también como la canción oficial, para todas las conmemoraciones públicas en que se le rinda homenaje a Sarmiento. De esta canción, solamente cantamos dos de sus estrofas, consecuencia lógica de su amplitud, pero igualmente las restantes son de una indescriptible belleza: “Fue la prensa tu cátedra siempre, y el panfleto viril es la espada, con que hiere a la torpe mesnada, que devuelve sarcasmos por bien…”.

Esta celebre canción es la que han entonado, y siguen coreando, varias generaciones de sanjuaninos, especialmente estudiantes y docentes. Su letra y su música continua resonando con grandilocuencia en los soleados patios de nuestras escuelas, cuando se celebran los típicos actos patrios.

La letra resume con exactitud y exquisitez los rasgos más significativos de nuestro prócer. En cuanto a su agradable música, fue compuesta por un artista italiano arraigado en San Juan, un verdadero maestro, llamado Francisco Colecchia.

 

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia