Dicen los antropólogos que un signo se convierte en símbolo cuando al primero de ellos se “lo carga de contenido social”. A partir de atribuirle significado social surge el símbolo. Esta “carga social” esta constituida no sólo por el contexto histórico, sino también por las pautas culturales que rigen una sociedad. Si aplicamos este concepto a una figura representativa, como es el Cristo de los Andes, interpretaremos porque este monumento constituye un verdadero símbolo en el universo de nuestros íconos religiosos.

La estatua al Cristo Redentor, que fue emplazada cien años atrás, es un monumento distintivo por una serie de variados motivos. Recordando las razones históricas de aquel tiempo encontraremos alguna respuesta. Como se sabe esta monumental estatua fue erigida como una insignia de confraternidad en el límite de nuestro país y la República de Chile. Su establecimiento fue el corolario de una larga disputa limítrofe entre Argentina y Chile que en aquellos años poco más o menos no llevó a la guerra y que en aquel momento culminó en 1902, con los llamados “Pactos de Mayo”. Además encontramos dentro de esta “carga social” cuestiones religiosas muy poderosas, teniendo en cuenta que la religión católica es un componente esencial de nuestra cultura.

La Iglesia, como en otras circunstancias de nuestra historia, actuó para que rápidamente se celebrase la paz. Aquí encontramos a varias figuras eclesiásticas emblemáticas, que lucharon denodadamente por lograr un acuerdo. Entre ellos se destaca Fray Marcolino Benavente, en aquel entonces obispo de San Juan de Cuyo. De él dice Horacio Videla: “A un gran obispo de Cuyo le debe América el Cristo Redentor, presidiendo las cumbres andinas en afirmación de indisoluble confraternidad”. Asimismo actuaron otros clérigos los cuales tuvieron gran protagonismo. De Chile Monseñor Ramón Ángel Jara, clérigo que pronunció el día de la inauguración un encendido discurso. Otros sacerdotes que bregaron por le erección del monumento y que tuvieron gran protagonismo fueron: Monseñor Pablo Cabrera, el canónico Juan Videla Cuello, entre algunos más.

Otro tópico a considerar es la imagen en si misma, obra del escultor Mateo Alonso, la cual representa a un Cristo de ocho metros de altura, con su diestra en lo alto y con su mano izquierda teniendo una inmensa cruz. Jesucristo en nuestra religión es una figura central. Por todos estos motivos el Cristo Redentor de los Andes constituye un indiscutible símbolo religioso, una “huella” perpetua en ese ancho horizonte constituido por nuestra propia cultura.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia