¿Se puede escindir la fe del amor al prójimo? A veces vivimos la fe tan alejados de la caridad, que nos lleva a preguntarnos si realmente tenemos fe. Ya en el corazón de la sabiduría de Israel encontramos el vínculo profundo entre la fe en el Dios que “levanta del polvo al desvalido” (Sal 113,7) y “la justicia para con el prójimo”. La misma palabra hebrea Sedaqah significa tanto la aceptación de la voluntad de Dios, como actuar con equidad con el prójimo, especialmente el más desamparado (Dt 10,18-19). Sedaqah significaba un acto de bondad o compasión para con el prójimo que lleva a ayudar al huérfano, al inmigrante, a las viudas, a liberar a los pobres de sus opresores.

> Un camino para encontrar a Dios
En el Nuevo Testamento, Cristo revela a Dios, como Padre “rico en misericordia”. Hacer presente al Padre en cuanto amor y misericordia es en la conciencia de Cristo, su misión fundamental. En su prédica, Jesús asocia permanentemente el amor a Dios con el amor al prójimo. Benedicto XVI en este sentido comentando un texto de San Juan (1 Jn 4,20) afirma “la inseparable relación entre Amor a Dios y amor al prójimo, de manera tal que sería una mentira la afirmación de amar a Dios sí el hombre se cierra al prójimo. El relato de Juan se ha de interpretar más bien en el sentido de que el amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios”. El amor al prójimo es eficaz cuando nos lleva a practicar las obras de la misericordia, tal como hizo Cristo: socorriendo al hambriento (Mt 25,37); al forastero (Mt 25, 38; acompañando al enfermo (Mt 25,39). Su vida fue una cátedra y su mayor enseñanza la dio en la cruz.

> Justicia y Sedaqah en el Nuevo Testamento
San Juan en su primera epístola nos da la definición del amor y deja claro que justicia y amor se necesitan: “Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. (1 San Juan 4: 7-19). La imagen de la mujer que ungió los pies de Jesús, es acabada síntesis de lo que podemos hacer por el otro. La mujer no se conformó con regarlos con sus lágrimas (piedad), sino que los enjugó con sus cabellos (ayuda efectiva), pero no sería completo el gesto si faltara lo que ella hizo luego: abrazar los pies de Jesús (amar). Como dice San Gregorio: “mientras la mano alarga lo necesario, el corazón languidece en el amor”.

> El amor al prójimo en tiempos de confrontación
No son estos tiempos fáciles. La discordia permanente y la falta de solidaridad nos aleja del otro y obstaculiza ese éxodo interior indispensable para salir a su encuentro. Es necesario salir de nuestro estado de cerrazón que nos impide buscar al prójimo. Despojados de todo atisbo de soberbia, tal vez necesitamos sentarnos como los israelitas bajo la palmera de Débora y desde allí descubrir con los ojos de la caridad, el camino que me lleve a entender al otro. La posesión de la verdad no es lo más importante, quizás salir a encontrarla “juntos”, sea lo mejor. Como decía Antonio Machado: “¿Tu verdad? / No, la verdad/ Y ven conmigo a buscarla” (Proverbios y Cantares, LXXXV).

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo