En su obra “La Sociedad del Cansancio”, el filósofo surcoreano contemporáneo Byung Chul Han analiza el fenómeno del agotamiento. En su análisis, Han descubre las transformaciones cruciales que se dan en la configuración del sujeto actual. A diferencia de épocas anteriores, en las que predominaba una sociedad disciplinaria con prohibiciones y mandatos, pero también con una vida comprometida y llena de valores, nuestra época se sustenta en una sociedad del rendimiento, caracterizada por la eliminación progresiva de la negatividad y un énfasis en el poder y la libertad.

En la sociedad del rendimiento, el verbo modal predominante no es el “deber”, sino el “poder”. Esto implica una reestructuración de nuestro quehacer cotidiano, en la que el sujeto no está obligado a obedecer, sino a aportar rendimiento. Dicho individuo debe mostrar que puede, que logra, que tiene éxito, que le va bien y que su vida es feliz. Esta nueva perspectiva no está regida por la represión y el miedo a la transgresión, sino que el ser humano en la posmodernidad es un “sujeto de la afirmación”.

El sujeto moderno estaba motivado por la necesidad de cumplir un deber y era un individuo moral que reprimía sus inclinaciones en pos de la virtud, esperando una gratificación proporcional a su moralidad. En cambio, el sujeto contemporáneo se centra en la libertad y la voluntariedad, buscando una gratificación inmediata en términos de placer y autorrealización. Según Han, en la sociedad del rendimiento nos encontramos ante una crisis vinculada con el narcisismo y la autoabsorción, lo que provoca un exceso de ego. En lugar de experiencias transformadoras, el sujeto busca vivencias que amplían su individualismo y su capacidad de acción, llevando a una sensación constante de carencia y culpa. El imperativo de rendimiento perpetuo resulta en una competencia interna que lleva al burnout o “síndrome del trabajador quemado”.

El burnout es una manifestación típica de la sociedad del rendimiento, en la que el sujeto, en su búsqueda de autorrealización, termina autodestruyéndose. Este trastorno no está relacionado con la represión de los deseos, sino con la incapacidad de decir “no” y la sobrecarga de opciones y demandas de la actual sociedad.

Nuestra sociedad actual nos presiona para maximizar la productividad. La expectativa de un rendimiento continuo y la ausencia de un límite claro entre el trabajo y el descanso conducen a una sobrecarga emocional y física. Este agotamiento extremo se manifiesta a través de una fatiga persistente, desapego emocional y una sensación de ineficacia, afectando gravemente la calidad de vida y la salud mental de las personas.

En conclusión, la transición de una sociedad ética y disciplinaria a una sociedad de libertad absoluta y rendimiento ha transformado profundamente la estructura de nuestro comportamiento. El burnout, según Han, surge por el exceso de posibilidades y autoexigencia. La libertad, la gratificación y el individualismo en la contemporaneidad señalan una necesidad urgente de nuevas aproximaciones teóricas y terapéuticas para enfrentar los desafíos del burnout que afecta a aquellos que se sienten quemados por las exigencias de su entorno.

Por: Jorge Ernesto Bernat
Profesor y Licenciado en Filosofía