En artículos anteriores dijimos que la educación afectivo-sexual forma parte de la educación integral del ser humano. Los padres han de conocer los riesgos a los que están expuestos los adolescentes en los distintos ámbitos donde comienzan a desenvolverse, a fin de prevenirlos.
El alcohol es un flagelo frecuente en las reuniones y salidas de los adolescentes. Se promueve entre ellos un tipo de diversión basado en el consumo de bebidas alcohólicas. ¿Por qué sucede esto? Buscan “pasarla bien y divertirse”, mostrarse “alegres, simpáticos y divertidos”. En una palabra, parece que “no hay fiesta sin alcohol” y “sin alcohol no hay diversión”. Pero debido a la falta de autocontrol, no son capaces de darse cuenta dónde está el límite. Piensan: “yo lo manejo”, “se cuándo parar” de tomar.
El alcohol etílico es un tóxico depresor del Sistema Nervioso Central, que, en un primer momento, produce desinhibición conductual y emocional, generando euforia y excitación, debido a la depresión de los centros cerebrales superiores que regulan el autocontrol. Es la llamada intoxicación leve o “fase del mono”, donde el individuo hace y dice cosas que no haría ni diría normalmente. Por eso, no es extraño encontrar jóvenes descontrolados, fuera de sí, haciendo cosas que en momentos de lucidez o cordura no harían.
Una fase muy peligrosa
Si la ingesta continúa, sobreviene una perturbación de la percepción, alterando las habilidades motoras (equilibrio, coordinación, habla, etc.) y los sentidos (oído, vista). Es la fase de intoxicación moderada o “fase del tigre”, donde hay dificultad para asociar ideas, surge la agresividad y violencia más irracional que domina al individuo provocando un sin fin de peleas y disturbios, cuando no heridas graves y muertes.
En una tercera fase de intoxicación severa o “fase del cerdo”, el ebrio presenta depresión de todo el sistema nervioso con obnubilación, confusión, sueño, desorientación, vómitos e inconsciencia, con pérdida del poder de reacción y decisión, pudiendo llegar al coma alcohólico.
Los efectos dependen de la edad, el peso, el sexo y la combinación con otras sustancias. A menor edad y peso, se incrementan los efectos. Las mujeres tiene menor tolerancia que los varones. Las borracheras son causa muchas veces de encuentros sexuales descontrolados, de los cuales los adolescentes nada recuerdan después. Es la llamada “noche del no me acuerdo” y muchas primeras experiencias sexuales ocurren bajo los efectos del alcohol.
Una alta incidencia de accidentes de tránsito, embarazos no deseados, violencia y delincuencia juvenil está asociada con la ingesta de alcohol. Por todo esto, es necesario que los padres y la escuela eduquen a los adolescentes respecto al consumo de bebidas alcohólicas. Se deben ofrecer espacios de diálogo y reflexión con el objetivo de que los adolescentes tomen conciencia de los riesgos y peligros a los que están expuestos, para que, desde el conocimiento, sean ellos los que quieran optar por una conducta sana, que preserve su salud, su vida y la de los demás.
Por Ricardo Sánchez Recio
Profesor. Lic. en Bioquímica.