Pasión de Jesucristo según san Lucas 22,14-23: Pilato dijo: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”

Y lo acusaban diciendo: “Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey”.

C. Pilatos le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.

El le responde: “Tú lo dices”.
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”.

Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.

Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.

Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo: “Subleva al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí”.

Pilato entonces les entregó a Jesús.

Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo: “Le daré un escarmiento y lo soltaré”.

Ellos vociferaron en masa: “Crucifícalo! Suéltanos a Barrabás”.

Este había sido metido en la cárcel por una revuelta en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”.

Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban y a Jesús se lo entregó a su voluntad.

Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Y cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Un profeta no puede morir fuera de Jerusalén. Es el lugar de la entrega. Pero también será el “jardín de la Resurrección”.

Jesús en actitud de servicio considera que su muerte “es necesaria” para que el Reino de Dios sea una realidad más real y efectiva.

El evangelista se ha cuidado de poner en relación muy estrecha al Señor con sus discípulos y con el pueblo, mientras que deja bien claro que son los dirigentes, los jefes, los que han decidido su muerte. Ni siquiera nos relata la huida de los discípulos, quizás porque quiere preparar el momento de las apariciones del resucitado que tienen lugar en Jerusalén.

Jesús dueño de su silencio ante los que está acostumbrados a arrancar las palabras y las entrañas de la gente. El justo vive la injusticia en la dignidad de su silencio.

Los poderosos se burlan de él, pero los sencillos, como las mujeres, lo acompañan hasta el lugar donde se revelará el misterio de nuestra redención. El camino de la cruz está contemplado no desde la soledad de Jesús, sino que acuden las mujeres de Jerusalén, las madres, para compadecerse de aquél que, como en el caso de sus hijos, es injustamente tratado por los poderes religiosos y políticos. No podía pasar por alto Lucas esta actitud de las mujeres que han tenido tan gran relevancia en su obra.

En la escena de la crucifixión sobresale el diálogo de Jesús con el buen ladrón. Jesús está siempre abierto a comunicar la misericordia divina. Por eso Lucas ha sido considerado como el evangelista de la misericordia. Y además, con la propuesta del “hoy” de la salvación que es también muy determinante en Lucas: “hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Incluso no hay que olvidar las palabras de perdón a los ejecutores. Por eso el pueblo bajó del Calvario arrepentido.

Jesús dio a su muerte un sentido de entrega y fidelidad a Dios. ¿Caminamos juntos esta Semana?

Por el Pbro. Dr. José Juan García