Hace unos días, muchos sanjuaninos pudieron disfrutar de un espectáculo distinto al acercarse la Navidad. Para ello, los organizadores buscaron fusionar argumentos artísticos con una narrativa “de acuerdo con nuestra idiosincrasia”, dijeron. Cien o más años atrás, también prevalecía en los artistas sanjuaninos de entonces algo muy similar, porque se buscaba crear una puesta en escena con rasgos, temperamento y caracteres distintivos de esos tiempos, pero siempre en el marco de una bella mezcla de hábitos locales de celebración generados por nativos e inmigrantes, con estilo generalmente hispánico y rasgos indo-criollos.
Este año, el mayor espectáculo por la fecha tan especial tuvo lugar en el Teatro del Bicentenario y se tituló “Noche de Navidad”. En él se logró ensamblar con brillantez, música instrumental, canciones, danza y proyecciones audiovisuales, siguiendo una temática navideña única.
Fueron 70 los artistas destacados de la provincia que integraron ese elenco bajo la dirección musical de Pablo Grossman, responsable de “Camerata San Juan”, con la Orquesta Escuela, la coreografía de la Compañía Riveros-Luna, las actuaciones de los bailarines Sofía Usin y Fernando Muñoz y las voces invitadas de Ania Banchig, Flor Carmona, Melisa Quiroga, Juanse Arano, junto al apoyo de la Dirección de Acción Cultural a cargo del músico Luciano Gutiérrez y la titular del nuestro teatro mayor, Silvana Moreno.
La Navidad en todo San Juan
Pero desde los primeros años de la colonia la costumbre de celebrar la Navidad se fue afianzando poco a poco y con características particulares en cada departamento sanjuanino. A partir del siglo XIX, el advenimiento del Niño Jesús comenzaba a trascender más aquí por la cantidad de comercios que se iban sumando en la Capital y que aportaban lo suyo a la Fiesta, sobresaliendo los hábitos de nuestros queridos inmigrantes.
Por ello, las características de un espectáculo navideño variaban según quienes marcaban su guión, españoles o italianos, e incluso alemanes o franceses.
Cuenta la inolvidable poeta calingastina, Ofelia Zuccoli Fidanza, varias veces recordada en estas páginas de DIARIO DE CUYO, que esta celebración tiene “en todo el ámbito de la provincia hondo arraigo popular y el advenimiento del Niño Jesús es para los corazones humildes, la festividad más tocante, donde desbordan los sentimientos del pueblo”. Y agrega: “rasgos ingenuos, efusividad sin palabras, canciones y danzas rubrican en todos los ánimos la necesidad del culto a la Navidad”.
Cuenta la inolvidable poeta calingastina, Ofelia Zuccoli Fidanza, que esta celebración tiene “en todo el ámbito de la provincia hondo arraigo popular y el advenimiento del Niño Jesús es para los corazones humildes, la festividad más tocante, donde desbordan los sentimientos del pueblo”.
El Pesebre Alto
Y el primer ejemplo que da Ofelia es la celebración en su Calingasta natal, donde los vecinos “con nuestras propias manos construíamos el Pesebre Alto, que así se llamaba, porque luego se colocaba sobre la loma delante de la Capilla, frente al cerro de la Virgen”.
Y sigue memorando con gran nitidez que así, “con amor de tierra, entre el mugido de las vacas y el canto de la calandrias se disponía Calingasta a recibir la visita del Niño: “Manzanas y arrope/tortitas y pasas,/todo para el Niño/si duerme en mi casa”.
Y al explicar cómo se preparaba el escenario junto a ese Niño hecho en madera de algarrobo, dice: “Lo colocaban en una angarilla de ramas de sauce trenzadas; los ojos de la imagen parecían mirar desde más ella de la madera; ningún vestido cubría el cuerpecito a diferencias del resto de los componentes del pesebre, cuyas vestiduras estaban tejidas por gentes del lugar”.
Pero no eran solo locales quienes disfrutaban de ese espectáculo, resultaba muy curioso la presencia de sanjuaninos de otros lugares, especialmente desde Jáchal e Iglesia, que llegaban no como meros espectadores de una iniciativa tan original sino aportando lo suyo.
Así, llevaban sus propias imágenes, como la de Nuestra Señora de Andacollo de Iglesia, Nuestra Señora del Carmen desde Jáchal, que “eran bajadas de base para participar de las festividades navideñas”. Y venía luego la Procesión, que se hacía entonando cantos anónimos en honor al Niño.
La alegría era general, “porque durante un mes se exhibía el Pesebre todas las tardes después del toque del Ángelus en La Capilla, se rezaba el rosario frente al Nacimiento, y luego se leía un capítulo de la Biblia y ¡guay! del que se distrajera. “La Nochebuena se viene,/la Nochebuena se va,/San Juan está de fiesta/y el vino sobre el altar”.
Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista