El jefe del organismo de control nuclear de la ONU, Rafael Grossi, científico argentino jefe de la OIEA, voló a Irán con la esperanza de reforzar la supervisión de su agencia sobre las actividades atómicas de Teherán después de varios reveses, pero analistas y diplomáticos dicen que tiene una influencia limitada y debe tener cuidado con las promesas vacías.
La decisión del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en 2018 de retirarse de un acuerdo histórico entre Irán y las principales potencias que intercambiaba restricciones nucleares por alivio de sanciones provocó que ese acuerdo colapsara. Desde entonces, Irán ha acelerado su enriquecimiento de uranio y ha reducido su cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
“El nivel de inspección (en Irán) no es el que deberíamos tener”, declaró Grossi a Sky News el mes pasado.
“Dada la profundidad y amplitud del programa, deberíamos disponer de capacidades de control adicionales”, declaró Grossi, que tiene previsto reunirse con funcionarios como el negociador jefe en materia nuclear, Ali Bagheri Kani, y el ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amirabdollahian.
Irán está enriqueciendo uranio hasta el 60% de pureza, cerca del 90% de grado armamentístico. Si ese material se enriqueciera aún más, bastaría para fabricar dos armas nucleares, según un criterio oficial del OIEA.
Irán también ha limitado la capacidad del OIEA para hacer bien su trabajo. Se enfrenta a toda una serie de problemas, desde la continua incapacidad de Teherán para explicar los restos de uranio hallados en emplazamientos no declarados hasta la prohibición de ingreso a casi todos los principales expertos en enriquecimiento del OIEA.
Escasos resultados
Cuando regresó de su último viaje a Irán en marzo de 2023, Grossi creía haber conseguido amplias concesiones de Teherán, esbozadas en una “Declaración Conjunta” de redacción imprecisa. Los informes del OIEA a los Estados miembros muestran que poco se consiguió.
Grossi esperaba que la declaración condujera a la reinstalación de las cámaras de vigilancia y otros equipos de control retirados a instancias de Irán en 2022. En lugar de ello, sólo se reinstaló una parte de las cámaras que el OIEA quería.
El OIEA ha perdido ahora el rastro de partes del programa nuclear iraní sobre las que el acuerdo le otorgaba supervisión, como el número de centrifugadoras -máquinas que enriquecen uranio- que posee Irán. El OIEA describe esta situación en sus informes como una pérdida de “continuidad de los conocimientos”.
Ello ha suscitado el temor de que Teherán pueda establecer un centro secreto de enriquecimiento, aunque no hay indicios de ello, según los diplomáticos.
“Es comprensible que el OIEA esté más preocupado por la parte invisible del programa nuclear iraní que por la visible”, afirma Ali Vaez, del International Crisis Group.
Influencia de Grossi
El jefe nuclear iraní, Mohammad Eslami, hablando sobre la visita de Grossi, dijo el 1 de mayo que Teherán esperaba reforzar la cooperación con el OIEA, informaron los medios de comunicación iraníes.
La reticencia del Gobierno del presidente Joe Biden a enfrentarse seriamente a Irán en la Junta de Gobernadores del OIEA, compuesta por 35 países y que se reúne de nuevo dentro de un mes, ha alimentado las dudas sobre la influencia de Grossi.
“…¿Es probable que consiga algo? No lo sé”, dijo un diplomático, haciéndose eco del escepticismo generalizado desde la Declaración Conjunta. Añadieron, sin embargo, que Grossi no iría normalmente sin una idea clara de lo que Irán estaba dispuesto a acordar.
“Todo el mundo sabe que Irán juega a esto antes de las reuniones de la Junta de Gobernadores, en las que suele prometer más de la cuenta para evitar una censura y luego no cumplir”, declaró el analista Eric Brewer, de la Iniciativa contra la Amenaza Nuclear.
“Grossi también conoce bien esa estrategia. La cuestión clave es si puede conseguir algo concreto de Irán”.
Por Francois Murphy
Agencia Reuters