Hasta el momento se estima que se perdieron al menos 6,9 millones de toneladas de la cosecha de maíz argentina 2023/24 debido a los daños causados por Dalbulus maidis, insecto vector del achaparramiento del maíz (Spiroplasma kunkelii).
“Sin embargo, creo que tenemos que esperar a finalizar la cosecha de maíz tardío para poder conocer el impacto del problema, porque las estimaciones actuales pueden cambiar”, advirtió Lucas Cazado, coordinador del Proyecto Plagas, durante un charla ofrecida este jueves en la sede porteña de CREA.
La “chicharrita del maíz” (Dalbulus maidis) no es un insecto fácil de controlar con aplicaciones de productos de síntesis química por ciertas particularidades de la plaga, como el caso de su extensa longevidad como adulto (45 a 70 días) y el hecho de que, si bien se alimenta exclusivamente de maíz, puede refugiarse durante el invierno en cualquier otra planta y permanecer varias semanas sin alimentarse.
“Las hembras encastran los huevos en el envés de las hojas y eso produce un daño y estresa a la planta. Podemos intentar controlar a la población de adultos, pero en las hojas existe un enorme banco de suplentes de ninfas”, señaló Cazado.
Los adultos se protegen en el cogollo de la planta de maíz y tienen la capacidad de volar hasta 500 kilómetros ayudados por corrientes de aire. “No es extraño pensar que un insecto que se está desarrollando en Tucumán pueda en un par de días llegar a Córdoba”, expresó.
Disminución del rendimiento
El insecto se siente atraído por el color amarillo, de manera tal que las plantas enfermas con Spiroplasma son las que tienen mayor posibilidad de ser atacadas por la chicharrita, lo que potencia el problema.
“Aunque los insectos no estén infectados por la enfermedad, el hecho de consumir la savia de la planta implica que en ataques importantes pueden reducir en un 15% a 20% el rendimiento potencial del maíz”, comentó Lucas.
Un aspecto importante es que los adultos infectados son más longevos y tienen una mayor tolerancia a las condiciones ambientales adversas, lo que implica que, al cargar consigo la bacteria infectiva (Spiroplasma kunkelii) adquieren una ventaja competitiva significativa.
En lo que respecta a la identificación de la enfermedad, Lucas dijo que la red CREA adoptó el protocolo propuesto por la investigadora María de la Paz Giménez Pecci del Instituto de Patología Vegetal Ing. Agr. Sergio Fernando Nome (Ipave-INTA).
“Es importante tener en cuenta que la sintomatología puede ser diferente entre un híbrido y otro, lo que confiere una dificultad adicional para poder identificar a la enfermedad”, apuntó.
El experto además alertó que, si bien actualmente todos los esfuerzos están focalizados en controlar la expansión de la chicharrita, existe un problema enorme que viene en camino con Helicoverpa zea, dado que esa plaga logró en algunas regiones productivas quebrar la resistencia del evento MIR 162, que está presente en los híbridos Viptera 3, Leptra, Power Core Ultra, VT4 Pro y Trecepta.
“En las diferentes regiones CREA se está realizando una evaluación de daños por híbrido empleado, pero tengan cuidado con pensar que los materiales tropicales tienen una mayor resistencia a Spiroplasma porque eso no necesariamente es así”, remarcó.
En cuanto a las prácticas de manejo, el técnico CREA indicó que el objetivo central para el presente año debe ser mantener en el período invernal a la población de la plaga en el nivel más bajo posible porque, de lo contrario, volverán a registrarse en el ciclo 2024/25 problemas similares a los ocurridos en la presente campaña.
A no relajarse
“Al insecto no le gusta el frío, pero no va a desaparecer con las bajas temperaturas. Cuando se generan crecimientos exponenciales de las poblaciones de un plaga, las mismas siguen su curso durante dos o tres campañas hasta que llegan a un techo y luego comienzan a descender; así que no se relajen en 2024/25”, alertó.
En ese sentido, una de las prioridades debe ser mantener los campos libres de “maíces guachos”, dado que esas plantas, además de actuar como reservorios de la plaga, también proveen alimento al insecto durante el invierno. Por eso mismo, mantener cultivos de maíz en diferentes fechas de siembra intercaladas en el transcurso del año como sucede en algunas zonas del NOA también favorece la propagación de la plaga.
CREA realizó un convenio con la Estación Experimental Obispo Colombres (EEAOC) para estudiar el problema y evaluar diferentes alternativas orientadas a mitigarlo. En el marco de ese convenio, por ejemplo, se detectó que en el recurado algunos híbridos mostraron un desmejoramiento en la calidad fisiológica de la semilla desde pérdida del poder germinativo hasta muerte de plantas ante determinadas dosis de imidacloprid. “Es necesario tener cuidado con el tratamiento de semillas para no generar un inconvenientes adicional”, resaltó.
Ensayos realizado por la AAEOC con aplicaciones foliares de distintos productos y dosis muestran que esa herramienta no resultaría efectiva para controlar a la población de insectos en situaciones de alta presencia de la plaga. Sin embargo, en situaciones de incidencia baja a intermedia los tratamientos mostraron una mayor efectividad.
“Más allá de cuán efectivos puedan ser los controles, no se trata de un problema que pueda resolverse de manera individual porque al día siguiente de la mejor de las aplicaciones pueden ingresar al establecimiento chicharritas de los campos vecinos”, comentó Lucas.
Una red de trampas
El Proyecto Plagas de CREA, junto a otras instituciones, está trabajando para tal como sucede en Brasil montar una red de trampas del insecto para así poder determinar semanalmente la dinámica poblacional de la plaga en el territorio argentino, lo que se haría a través de una plataforma digital de uso público.
“Estamos evaluando los materiales por emplear en la red de trampas y las metodologías por implementar en el diseño del protocolo. Cuando tengamos esa información disponible y nos encontremos en diciembre a punto de sembrar maíz tardío, podremos entonces tomar una decisión conociendo el nivel de riesgo asumido”, resumió.
Por Valeria Calvar