La sociedad es capaz de regenerar sus tejidos. Su movilidad es uno de sus atributos. Pero hay momentos en que las bajas sociales se amontonan, sin haberse dado un tiempo suficiente para equiparar las pérdidas.

Es uno de los problemas que aquejan desde hace buen tiempo a la música nativa en nuestra provincia. San Juan se ha caracterizado en los últimos treinta años o más por ser “tierra de grandes cantores”. Así la describe Jorge Viñas en una de sus cuecas, comparándola con otros atributos que caracterizan a Mendoza y San Luis. Ya no están muchos intérpretes nuestros.

No es poca cosa (y esto se ha hecho sentir en forma muy notoria), debido al alejamiento o desaparición de un grupo muy numerosos de interpretes sanjuaninos, cultores distinguidos de nuestro acervo musical. No cabe en esta nota analizar las razones, pero sí señalar que el fenómeno nos ha dañado artística y culturalmente.

El vacío dejado deberá ser llenado por nuevos intérpretes, y en gran medida está ocurriendo. El tiempo dirá de qué modo y en qué dimensión tratan de cubrir ese espacio. Una repasada rápida de las ausencias, obliga a nombrar, entre varios otros, a dúos realmente memorables como Los Hermanos García, Sisterna-Peralta, Las dos Yiyas, Mínguez-Barboza; Pelaitay-Rojas, Moyano-Frías, Varas-Vallecillo, Los Cantores de Pillancó, etc. Conjuntos de gran repercusión como Los Manantiales, Los Trigales, Los Tulducos, Los Puneñas,, el Trío Sur y tantos más. Solistas como Ernesto Villavicencio, Rodolfo Páez Oro, Julia Vega, Gustavo Márquez, Tito Capdevila, etc.

Una sangría semejante es demasiado, sobre todo porque ha ocurrido casi de golpe, es casi contemporánea, dejándonos aturdidos de ausencias y ante la necesidad imperiosa de su elaboración y el rediseño del territorio que dejan las pérdidas.

Siempre recuerdo una vieja preocupación de Oscar Valles, cuando atribuía las grandes depresiones sufridas por la música nacional a la desaparición de varios notorios maestros. En nuestro caso, creo que los nuevos intérpretes no podrán desprenderse de la enseñanza de sus mayores, que, sin ninguna duda, por alguna razón de fundamento llegaron a ser lo que fueron y colocaron a la música cuyana en todos los lugares del país, no obstante la reconocida dificultad por proyectarse que esta expresión tiene, debido a no ser “comercial” o festivalera..

Nos parece que se deberá reconocer cuales fueron las mejores cualidades de cada cultor desaparecido y tenerlas presente como norte y guía. Es más sencillo luchar con el reconocimiento a un respaldo cultural previo, que hacerlo solo. Las sociedades son la manifestación de su cultura.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete