A comienzos del pasado siglo, comenzaron a circular por las típicas calles sanjuaninas los primeros automóviles, hecho calificado como portentoso, por el Dr. Horacio Videla. Si bien en nuestra ciudad lentamente van apareciendo mayor cantidad de autos, los vehículos tracción a sangre no fueron desplazados de nuestras calles. Lejos de esto, por mucho tiempo más, continuarán existiendo, proporcionándole a la fisonomía de la ciudad su particular y añeja nota colonial, transitando por aquellas macizas calles empedradas. En relación a estos románticos y económicos medios de locomoción, hubo en San Juan una importante industria dedicada a la producción de todo tipo de vehículo tracción a sangre, desde los tradicionales sulkys y mateos, hasta las rústicas carretelas y carros, empleados por los fleteros o “carreritos” sanjuaninos. Hacia 1910, había en nuestra provincia varias fábricas de estos carruajes, cuyos obreros eran verdaderos artesanos en la fabricación de ellos, llamados popularmente carroceros. Entre las numerosas fábricas y talleres, dedicados a este rubro, hubo una muy importante, que comenzó a funcionar a principios de siglo. Esta significativa industria fue instalada y capitaneada por un inmigrante italiano llamado Ernesto Moretti, quien arribó a esta tierra allá por 1902. El local fue instalado casi en la misma esquina de las actuales calles España y General Paz, cuando aún esta zona periférica a la ciudad, estaba colmada de parrales y otras plantaciones. Esta pequeña, pero eficaz industria, que fue continuada por los descendientes de aquel italiano, cubrió por muchos años la demanda local, y aún de otras provincias, en la fabricación de carruajes. Uno de sus últimos artesanos, don Vicente Aballay, recuerda, desbordado de nostalgia, aquella floreciente época. Nos manifestó, por ejemplo, que la materia prima para fabricar sulkys, era traída vía ferrocarril desde Rosario, en la provincia de Santa Fe. Allí había un establecimiento llamado “Carello Hermanos”, el cual los proveía -entre otros elementos- de masas y rayos para hacer las ruedas. La confección de un sulky duraba aproximadamente dos semanas. Era un trabajo lento y meticuloso, obteniéndose carros sólidos, prácticos y también llamativos. La primera tarea era hacer la carrocería, o el “esqueleto” del sulky, para lo cual se utilizaba una madera maleable. A posteriori se le agregaban los guardabarros, también obtenidos de un madero flexible. Las largas varas, eran hechas de madera de lapacho, traída desde Misiones o Chaco. La tarea de tapicería, para el asiento y la espaldera, igualmente era una verdadera obra de arte y su calidad dependía del pedido de los eventuales clientes. Las ruedas se “enllantaban”., a pura fragua, morsa y torno. Por último se barnizaban o pintaban y luego, se colocaban una serie de vistosos adornos, como los “pasamanos”, todos prolijamente cromados. Generalmente los clientes de los sulkys fueron españoles y algunos de ascendencia italiana. Asimismo se fabricaron otros tipos de carros, para otras necesidades, como carretelas lecheras o chacareras, y “carros rodeadores”, empleados para trasladar leña, que se levantaba del campo.