La cultura criolla despliega a través de sus hombres una serie de destrezas que la tornan notable en el acervo autóctono americano. Desde tempranas épocas de la historia nuestros paisanos han ejercido ciertos oficios, practicándolos con honradez y orgullo. No sólo hubieron protagonistas de batallas y episodios épicos, también están aquellos personajes anónimos, que con sus notables pericias ayudaron en nuestras gestas libertarias o asistieron en cuanta circunstancia se los requirió.

Así por ejemplo tenemos a los baquianos, esos hombres que, con gran precisión, conocen las más recónditas arterias, pasos y vericuetos que enmarcan nuestra pintoresca geografía. En San Juan por suerte aún los hay y de los mejores. Ello me trae a la memoria el recuerdo de esos habilidosos guías que acompañaron en sus campañas arqueológicas a los investigadores de nuestra universidad: los iglesianos Justo Mondaca y Anselmo “Chemo” Cortez.

Otra actividad se refiere a los rastreadores. Dicen los historiadores que esta práctica la heredaron de los indígenas, que seguramente fueron los mejores de América. Entre nuestros comprovincianos hubieron rastreadores famosos, que hicieron del oficio un arte. Sarmiento describe con vivacidad a Calívar, aquel sabio hombre que descubría con certeza el rastro de personas o animales.

La doma constituye otro quehacer en el amplio espectro de las maestrías criollas. La tarea de amansar caballos requiere no sólo de coraje, también de agudeza y paciencia. Los domadores para desempeñar su cometido requieren la asistencia de los llamados apareadores, hombres que están a su lado, colaborando permanentemente. El poeta León Benarós en uno de sus versos nos pinta espléndidamente esta práctica, evocando a un domador llamado Juan Chivico: “Más que por la poca paga, por el gusto del oficio, un caballo hacía de un potro, sin dejarle ningún vicio…”.

En la esfera artística igualmente existen numerosos ejemplos. Los tusadores son aquellos expertos artesanos encargados de fabricar las crines del caballo. Igualmente nos beneficiamos de los trenzadores, que con infinita paciencia y tino obtienen del cuero fresco vacuno excelentes sogas. Constan, además de las mencionadas, innumerables habilidades más, tales como los paliadores, reseros o boyeros.

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia