Entre los hechos delictivos que se suceden a diario, una gran parte de ellos son protagonizados por jóvenes, varios también involucrados en consumo de drogas, prostitución y abusos sexuales, toma de escuelas o desmanes en la vía pública, como los que tuvieron lugar el jueves último en ocasión de recordarse el Día Nacional de la Juventud.

Este tipo de manifestaciones ponen en evidencia que los valores, principios y educación impartida por los padres o familias, en las últimas décadas no ha alcanzado, en la mayoría de los casos, la calidad necesaria para forjar jóvenes íntegros capaces de vivir esta etapa a pleno, sin descuidar las bases que luego les permitirán ser parte de la sociedad en una forma positiva, propia de toda persona de bien.

Por los resultados observados, indica que la falla en la educación de los hijos se ha generalizado desde los años "80, en que la sociedad experimenta un cambio a favor de una relación entre padres e hijos mucho más flexible y tolerante. El amiguísimo entre progenitores e hijos marca toda una tendencia, que lleva a los padres a querer igualarse con sus hijos adolescentes o jóvenes, imitando sus conductas y hasta su forma de hablar y vestir. El resultado se refleja en una sociedad donde los hijos no respetan a sus padres y pretenden hacer lo que les viene en ganas. La reiterada frase de que no se les puede imponer límites, suena como una manifestación de rendición a la tarea moral de ser auténticos padres.

Alguien manifestó que "un padre bueno, no significa que sea un buen padre" y esos es algo que se debe tener muy en cuenta, si pretendemos enderezar el rumbo de nuestros jóvenes, asistiéndolos con el buen ejemplo y la palabra oportuna.