El problema de las veranadas, una actividad ganadera irregular de temporada, que se registra en la zona limítrofe de San Juan y Chile, ha vuelto a ocupar la atención de funcionarios argentinos y chilenos, en busca de una solución. La complejidad de una ocupación puntual, pero clandestina de personas y ganado que ingresa de un país a otro en busca del pastoreo y la producción rudimentaria de productos alimenticios, ha sido difícil de controlar a través del tiempo.

Las dificultades del terreno y la logística que demandan los operativos de control, dificultan normalizar un hábito cultural de los ganaderos trasandinos que arriban a Calingasta en busca de mejores condiciones para sus rebaños, carece de un marco legal específico, aunque numerosos documentos de entendimiento bilateral se menciona a esa vieja costumbre de los pastores chilenos que involucra a familias enteras. Las incursiones tienen aristas económicas, de atención sanitaria y de resolución diplomática, además de tratarse de lugares prácticamente inaccesibles desde suelo argentino, porque no existen caminos apropiados para las inspecciones necesarias.

La permanencia en territorio sanjuanino de casi 50.000 cabezas de ganado caprino, ovino y vacuno desarrolla una rentabilidad importante para los chilenos que elaboran queso y otros derivados, que luego comercializan en el vecino país, mientras las tierras depredadas por el sobrepastoreo y el daño causado por la presencia y el desplazamiento de las veranadas quedan del lado argentino.

En la reciente reunión, celebrada en la Cancillería argentina, se estableció la existencia de 14 pasos reconocidos, a lo largo de la cordillera frontal: Portillo, Portillo del Ventillo, Guana, Miranda, Los Azules, Calderón, El Azufre, Casa de Piedra, Mondaca, Puentecillos, Las Ojotas, Quebrada Fría, Las Llaretas, Valle Hermoso. Pero, además, se suman decenas no autorizados, pero también usufructuados con absoluta impunidad por las dificultades que encuentran las autoridades y el amplio conocimiento de la zona por parte de los arrieros trasandinos. Destrabar estos conflictos, para que se controlen todos los aspectos, en particular el económico, es una necesidad imperiosa, porque si se mantiene la costumbre por lo menos debe cobrarse un canon justo que cubra el dispositivo requerido por derecho soberano.