A las inseguridades se las enfrenta con certezas que generen confianza. La vida personal es claro ejemplo de ello. Difícilmente podamos avanzar sin un mapa de ruta que muestre certidumbres en el camino. Desde Aristóteles en adelante, la ética es aquella brújula que orienta las decisiones y genera la confianza necesaria. Ese itinerario es el que deben transitar los gestores del bien común. Efectivamente, la ética pública procura las certezas que la ciudadanía luego, traduce en confianza.
Pongo en contexto el planteo. Mucho se ha dicho y hemos escrito sobre las incertidumbres que ha generado la pandemia. Incertidumbre que profundiza las inseguridades personales y colectivas. Gestionar el bien común en estos escenarios debe orientarse a lograr mayor confianza del público. Y para ello es indispensable gestionar de la mano de la ética.
Es un tema de salud pública donde debe primar la mirada certera de los principios y valores de la bioética.
- Reconstruir confianza
Un tema que evidencia el valor de la alianza entre ética y confianza es el caso de las vacunas contra el Covid-19. Es un tema sensible para una ciudadanía preocupada y molesta ante tanta incertidumbre. Ahora bien, de la preocupación a la desconfianza media una distancia demasiado breve. En este sentido, nuestros dirigentes deberían reconstruir esta confianza, apoyados en algunos elementos.
El primero de ellos es la obligación de contar con información objetiva, validada científicamente, de todas las fases de investigación clínica para el desarrollo de las vacunas. La ciudadanía necesita tener la certeza de que en la selección de la vacuna no han incidido cercanías ideológicas de ningún tipo. No estamos jugando un posicionamiento geopolítico en el marco de las relaciones internacionales. Nos jugamos, nada más y nada menos que la vida y la salud de millones de argentinos. La bioética, novel rama de la ética aplicada (su autor fue un médico, V. R. Potter, 1990) que surgió para tender puentes entre biología y vida. Su objetivo es analizar éticamente las intervenciones del hombre en el campo de las ciencias de la vida, la salud humana y del medio ambiente. Incluye un abordaje ético de las Políticas Públicas en materia de Salud, los procedimientos y consecuencias de las investigaciones con humanos y animales y la toma de decisiones en la relación médico-paciente.
Una forma de reconstruir esa confianza podría ser someter los antecedentes y el protocolo de la vacuna que será aplicada en el país, a un Comité Nacional de Bioética. Si bien los dictámenes de estos comités no son vinculantes, sin embargo, van generando en la opinión pública la confianza que se necesita.
- Información clara
El segundo generador de confianza es el comunicar adecuadamente la verdad. Esta afirmación contiene dos obligaciones: decir la verdad y saber decirla. La primera de estas obligaciones éticas implica informar claramente al público, sobre el rigor de los criterios clínicos seguidos y la duración del seguimiento, para la aprobación de la vacuna en su país de origen. La autorización para uso de emergencia (EUA, en inglés), de las vacunas contra el Covid-19, no exime a las autoridades de velar por la seguridad y eficacia de las mismas.
Otro punto es saber decir la verdad. Todos advertimos la esperanza que genera la vacuna. Pero nada justifica comunicaciones imprudentes que incentiven falsas ilusiones, poniendo, por ejemplo, fecha de inicio a la campaña de vacunación. Incumplida la fecha, la desconfianza aumentará. Un boomerang que volverá a las manos de quien lo arrojó. Tampoco ayudan frases como campaña "obligatoria”. Demasiadas limitaciones a las libertades individuales hemos sufrido en estos meses. En definitiva, gestionar la confianza en tiempos de pandemia, implica una ética construida sobre la veracidad en la información y la mesura en la comunicación, evitando discursos desde la tarima y la imposición.
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo
