No hay nada mejor que la familia unida. Nadie se atrevería a contradecir esta máxima tan incorporada a la cultura nacional. Y menos en el verano, cuando la familia argentina sale de vacaciones con voracidad enloquecida, para alcanzar una felicidad medida en quincenas, lejos del trabajo y de las aulas.

Sin embargo, las cosas no siempre son tan fáciles como hacer las valijas y partir a la ruta en medio de una franca algarabía. No se puede negar que dejar atrás los diferentes horarios, rutinas y ocupaciones de cada integrante para disponerse a compartir, todos juntos, da lugar a alegrías y tensiones que merecen alguna reflexión.

En principio, hay que tener en cuenta los diferentes tipos de cansancio que existen entre los integrantes de la familia. No hay "’un” cansancio, sino tantos cansancios como cansados existen. Los padres suelen estar cansados de tanto trabajar y los hijos suelen estar cansados del colegio, aunque podemos suponer que muchas veces ellos, los hijos, más que cansados están con ganas de cansarse, no ya a nivel intelectual sino a causa de las diversiones que puedan desplegar durante las vacaciones. Es imprescindible, entonces, entender qué expectativas tiene cada uno de los miembros de la familia a la hora de arribar al lugar elegido.

En ocasiones, justamente por este tipo de diferencias, aquello que iba a ser un tiempo de encuentro familiar no lo resulta en absoluto, porque mientras los padres buscan aprovechar sus quince únicos días de ocio a su manera, los hijos, en particular los adolescentes, procuran usar esos mismos quince días, para dedicarse a los menesteres propios de su edad: socializar y tratar de encontrarle cauce a la efusividad y entusiasmo vital.

Más allá de que es bueno marcar los límites a los hijos que transitan por ese período de la vida y recordar que "’no es lo mismo ser libre que andar suelto”, hay que tener en cuenta que, en realidad, no hay mejor ansiolítico para los chicos que percibir la tranquilidad de sus padres.

Otro capítulo de los muchos que existen en una familia de vacaciones es el de la pareja. Es un tiempo de reencuentro. En todo caso, vale pensar que en las vacaciones se disfruta también el fruto de lo vivido durante el año, y no sirve intentar que en ellas se genere, en el terreno de los afectos, aquello que en los largos meses del año no se supo, no se quiso o no se pudo hacer.