La juventud actual, en un año, pasa más horas frente a las pantallas de la televisión, del celular y de la computadora que en compañía de los docentes en clase. Éste no es un fenómeno exclusivo de la Argentina, sino que lo señala también una encuesta reciente en Francia, que reflejó que los adolescentes de ese país pasan 1.200 horas por año frente a las pantallas y 900 en la escuela.

La mayoría de los jóvenes en todo el mundo ve en las pantallas, especialmente las del celular y la computadora, un espacio de autonomía respecto de sus familias. Internet los ayuda a construir una relación con los otros en un espacio más libre porque, en la percepción de los chicos, en internet no hay adultos. Si hace diez o veinte años la independencia familiar llegaba con el primer trabajo, la graduación universitaria o el matrimonio, hoy parece anticiparse: la autonomía llega con la conectividad, en un territorio que los adolescentes sienten propio y libre.

Siete de cada diez chicos y chicas de 11 a 17 años en la Argentina tienen computadora en su casa y forman parte de una red social. Lo que más valoran de acceder a internet es la posibilidad de comunicarse con sus amigos, mucho más que la oportunidad de conocer gente nueva y ampliar sus relaciones. Casi siete de cada diez poseen teléfono móvil y lo usan principalmente para enviar y recibir mensajes, en segundo lugar para escuchar música y, en tercer lugar, para comunicarse con sus padres.

Son resultados de una amplia encuesta realizada por la consultora Knack en las principales ciudades del país para el Ministerio de Educación de la Nación con el fin de conocer los consumos y prácticas culturales, valores, usos de tecnologías y la relación entre los adolescentes y sus familias respecto a las tecnologías de información. Los chicos viven una cultura de pantallas. Cuando los adultos de hoy eran adolescentes la simultaneidad de medios y soportes parecía no existir. Ahora, los menores viven una cultura de superposición, en la que los bienes culturales no se excluyen; se yuxtaponen. Esta realidad no debe ser ignorada por los adultos.

Mientras los adultos sigan condenando las pantallas y los chicos las usen cada vez más, la brecha entre ambas generaciones se ampliará. El desafío de los adultos será el de no ignorar esta realidad y educar desde la infancia para el recto uso de las tecnologías.