Enjoyada, con zapatos de tacón alto y un elegante abrigo de piel. Así llegó la joven e inexperta Virginia Cowles a la Guerra Civil Española, donde demostró un coraje y un olfato periodístico que la convirtieron en una reportera de leyenda.
"La única cualificación con la que contaba como corresponsal de guerra era la curiosidad", admite la periodista en el libro "Desde las trincheras. Virginia Cowles, una corresponsal americana en la Guerra Civil española", que acaba de publicarse.
El caso es que Cowles, hastiada de escribir artículos de viajes para la revista "Harper’s Bazaar", vio en España la oportunidad de hacer un "periodismo más arriesgado" y convenció al grupo de diarios del magnate William Hearst -cuya vida inmortalizó Orson Welles en la mítica película "Ciudadano Kane"- para cubrir la Guerra Civil. Con sólo 27 años, la reportera se plantó en marzo de 1937 en Madrid, cuya población civil resistía con valentía el asedio de las tropas del general Francisco Franco sublevadas contra la República. Se hospedó en el legendario Hotel Florida, cuartel general de los corresponsales extranjeros, donde también se alojaron figuras como Ernest Hemingway y su futura esposa (la tercera) Martha Gellhorn, John Dos Passos y Herbert Matthews.
Una chica como ella -alta, atractiva y con un cierto aire a la actriz Lauren Bacall- no pasó desapercibida en sus paseos por madrileña Gran Vía, hecha escombros por los bombardeos. La escritora Josephine Herbst, que coincidió con Cowles en el Hotel Florida, la describía con cierta envidia "vestida de negro, con gruesas pulseras de oro en las delgadas muñecas y con unos diminutos zapatos negros de tacón increíblemente altos". Esa guisa no le impidió echarse a las calles de Madrid para oír el "prolongado siseo de los obuses" y ver las "trincheras sucias y estrechas con una fila de sacos de arena en la cima", donde se jugaban el pellejo soldados republicanos harapientos.
Virginia no ocultó su simpatía por la República, pero se propuso cubrir ambos bandos con artículos que contrastaran las dos partes. Tras ser testigo en primera línea del terror cotidiano de Madrid, Cowles viajó a la España nacional, controlada por los franquistas. Arribó antes de la entrada de los militares de Benito Mussolini en Santander. En esa localidad, un alto mando nacional le confesó la autoría del bombardeo de Guernica, capital histórica del País Vasco: "Pues claro que fue bombardeada. La bombardeamos y bombardeamos y, bueno, ¿por qué no?"’, le espetó el oficial. Guernica fue arrasada por la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, que combatían a favor de los sublevados, aunque éstos atribuyeron la destrucción de la urbe a los republicanos. En Salamanca, ciudad que Franco usó como cuartel general, Virginia palpó un ambiente paranoico en el que cada uno tenía su propia versión de la España roja y era peligroso contradecirlas.
Cowles, que cubrió la II Guerra Mundial (1939-1945) para las cadenas BBC y NBC, murió en 1983 en un accidente de tránsito en Francia al regresar de unas vacaciones en España, el país que la había visto nacer como corresponsal de guerra.